Teletipos, de los 140 a los 280 caracteres de Twitter y aforismos varios junto a sentencias de cuñados y expertos en nada componen la banda sonora de Podemos desde que nació.
Ante la más mínima posibilidad se recurre al hundimiento, crisis y desaparición de Podemos. Unas veces amparados en la objetividad de situaciones que rápidamente convierten en opinión y otras revestidas de mentiras, medias verdades y manipulación a tutiplén.
El contexto idóneo para que florezcan estos cardos borriqueros del control mediático es el de unas elecciones, aunque sean a una comunidad de vecinos. El análisis posterior a las mismas siempre concluye con la irrelevancia de esta fuerza política y su inminente inmolación. No importa nada si se ha conseguido el mismo porcentaje de votos que en la anterior ocasión o resultados cuantificados muy parecidos. Lo sustancial es que en el imaginario popular quede nítido, transparente, diáfano, cristalino, evidente, patente, de manifiesto que Podemos sobra en el panorama político español.
Me pregunto cuántos partidarios hay del frente amplio tan solo por la ilusión de que la existencia de éste pueda suponer que Podemos desaparezca. Y no estoy diciendo que eso vaya ocurrir sino que en sus calenturientas mentes existe una correlación directa entre una cosa y la otra.
La campaña en Castilla y León ha sido impecable desde el punto de vista político. Se ha debatido de los problemas de la gente. Los votos han bajado pero el porcentaje de aceptación es el mismo que en los anteriores comicios, el 5%. Se tiene un procurador menos pero cabe recordar cómo se consiguió el segundo en la pasada cita electoral. Una explicación proviene de las herramientas estructurales que posee la derecha en Castilla y León. ¿Cuántos medios de comunicación hay que no sean de derechas? Recogemos el desprestigio de una democracia mediocre prisionera del bipartidismo y los medios de comunicación, o al menos de una parte de ellos. Pero debemos levantarnos y continuar porque somos nosotras o no hay absolutamente nada. En tiempos de dificultades es cuando más brillan los horizontes. Hay que salir a buscarlos y no volvernos de espaldas a ellos o tirar la toalla. El sistema, y quienes lo dirigen, llevan luchando desde el mismo instante que surgió Podemos por expulsarlo de la vida pública de este país.
Podemos era “simpático” en sus inicios porque parecía que restaría votos al PSOE y sería una anécdota en el estudio de las Ciencias Políticas. Un instrumento para la consolidación de la basura democrática del bipartidismo disfrazada de vellocino de oro. Somos el espacio. Ni derecha ni izquierda, espacio. Aquel lugar común donde se reúnen quienes pensamos que existe otra forma de dar respuesta a los desafíos que como sociedad tenemos. Que desde la igualdad no podemos defender monarquías corruptas ni partidos políticos convertidos en pilares inamovibles de esta herrumbre que se propaga cada vez con mayor rapidez por las instituciones al ser privadas de su manto de protección tejido por el bipartidismo, básicamente. El espacio que se preocupa por el bien común despreocupado por las etiquetas que otros nos quieran poner. Nuestra responsabilidad es enorme. Y la prueba inequívoca de que seguimos y somos más necesarios que nunca es que continúan augurando y modelando el discurso sobre que Podemos desaparece. Nadie nos dictará desde fuera lo que vamos a hacer, si bien debemos tener algo siempre en mente: cuando dejen de insultarnos, de criticarnos con aspereza, de mentir sobre nosotras, de pronosticar nuestra extinción, entonces es cuando sí nos vamos. Porque sencillamente habríamos pasado a ser todo cuanto lo que luchamos. El PSOE vive agazapado sin confrontar con la ultraderecha, que ya no es solo VOX y eso está potenciando enormemente el crecimiento del monstruo. Y el monstruo se llama “involución democrática/retroceso de derechos”. El simple hecho de solicitar desde el entorno socialista una abstención para que el PP pueda sacar adelante la investidura en Castilla y León sin necesitar a VOX es un blanqueamiento de los postulados ultraderechistas. Si no se es y nos empecinamos en no ser no se podrá ser. Más de ciento cuarenta años de historia para esto, otras con ocho años ya lo tenemos muy pero que muy claro.
“La inocencia de la infancia se transforma en aterradora verdad en la madurez de la hipocresía” Soul Etspes