La filtración de las declaraciones judiciales de Elisa Mouliaá e Íñigo Errejón ha revelado el trato desigual aplicado por el juez Adolfo Carretero, mostrando prejuicios machistas en el interrogatorio de la actriz, mientras que con el expolítico adoptó un tono mucho más relajado.
La reciente filtración a los medios de las declaraciones judiciales de Elisa Mouliaá e Íñigo Errejón ha puesto en evidencia el doble rasero del juez Adolfo Carretero, titular del Juzgado de Instrucción 47 de Madrid. Durante el interrogatorio, el juez Carretero adoptó un tono severo y prejuicioso con Mouliaá, quien acusa a Errejón de «tres agresiones sexuales». En contraste, su actitud hacia Errejón fue más indulgente y cómplice.
En el testimonio de Mouliaá, el magistrado no ocultó su escepticismo ante las afirmaciones de la actriz, cuestionando repetidamente su relato y minimizando el concepto de consentimiento, central en la legislación española. Preguntas como “¿Por qué no lo detuvo?” y “¿No será que usted quería algo con ese señor?” evidenciaron una falta de empatía y una actitud revictimizante.
Por el contrario, con Íñigo Errejón, Carretero mostró una actitud completamente distinta. Sus preguntas parecían orientadas a confirmar la versión del expolítico, quien negó la acusación de Mouliaá. El juez insistió en detalles sobre el estado de ebriedad de la actriz, intentando minimizar su testimonio.
Este trato desigual ha provocado críticas por parte de expertos en igualdad, quienes denuncian que la actitud del juez refuerza un sistema judicial insensible y desfasado respecto al enfoque de la ley del «solo sí es sí», que prioriza el consentimiento. La jurista María Naredo ha señalado que este tipo de interrogatorios revictimizan a las mujeres y las alejan de denunciar casos de violencia sexual.