Los encantos paisajísticos de Ceuta son una realidad incuestionable, ya pueden ustedes ponerse como se quieran poner. Los acantilados del Hacho, las elevaciones de Sierra Bullones, la ciudad rodeada por el mar al atardecer, la niebla que envuelve las noches de agosto mientras las gaviotas esconden en ella sus graznidos, la frondosidad de los helechos de García Aldave, las privilegiadas atalayas de observación desde la Tortuga o desde el faro de punta Almina… son algo más que un cúmulo de maravillas.
Esa presencia constante de mares, océanos y continentes en nuestras retinas llega a ser tan familiar que pensamos que es algo normal, y sólo nos damos cuenta de que son excepcionales cuando viajamos a la península y los paisajes se vuelven bonitos pero sin un atisbo de exclusividad. Los paisajes que podemos disfrutar aquí no se pueden disfrutar en otro lugar del mundo, sólo aquí.
Pero verán, todas esas bondades contrastan con una falta de chicha de los caballas a la hora de defender lo nuestro y con un escaso espíritu reivindicativo para denunciar muchas de nuestras miserias. Reconozco que, por muy orgullosos que nos sintamos, a los ceutíes nos falta un poco de ese espíritu chauvinista que fácilmente encuentras en otros lugares. Un sevillano hablará maravillas de su Guadalquivir y su barrio de Triana, un gaditano cantará alabanzas en clave carnavalera sobre las puestas de sol en la Caleta. Pero a los caballas nos falta un poco de sangre en las venas para azuzar a nuestros interlocutores, para alzar la voz y luchar por lo nuestro, para que se note que estamos orgullosos de nuestra tierra, que queremos disfrutar de cada rincón y que no aceptamos nada que no sea lo mejor para ella.
Eso precisamente es lo que está pasando con el cierre injustificado de los accesos al embalse del Renegado. Hace ya seis años, ¡nada menos que seis! que cerraron el pantano. Así, sin más, un día del año del señor de 2017 alguien decidió que los ceutíes no íbamos a poder transitar más por los senderos que lo rodean y echaron el cierre. Los muchísimos ciudadanos a los que nos gustaba subir y deleitarnos con el entorno natural, con el agua acompañándonos en nuestro paseo, los niños, las mascotas, los deportistas, todos hemos tenido que resignarnos sin ninguna explicación.
La Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, responsable de la gestión y uso de un espacio que, recordemos, no es propiedad privada sino de titularidad pública, no dio más explicaciones que unas difusas tareas de mantenimiento y unos aparentes peligros potenciales para los usuarios. De esas supuestas tareas de mantenimiento o reparación no sabemos absolutamente nada, y los peligros potenciales al parecer no lo son tanto, porque para pruebas deportivas en épocas puntuales han llegado a abrir los accesos para que transitaran los participantes, se ve que el peligro es selectivo sobre a quiénes afecta.
¿Hay fecha de reapertura? No. ¿Hay noticias sobre un presupuesto o sobre las actuaciones a realizar? No. ¿Hay una mínima explicación sobre por qué los ceutíes nos hemos visto castigados por un silencio y un oscurantismo informativo por parte de la administración? No. Lo único que tenemos es frustración e indignación.
Habrá un momento en que este tipo de cosas acaben pasando factura, bien sea por hartazgo, por cabreo popular o por intolerancia a más tomaduras de pelo. De entrada, sirva esta denuncia pública como aporte de mi granito de arena para que cosas como estas no sean parte de nuestro olvido.