El viernes, miles de ciudadanos georgianos se congregaron por segundo día consecutivo frente al Parlamento en Tiflis, manifestando su rechazo a la decisión de posponer las negociaciones para el ingreso del país en la Unión Europea hasta 2028. Con banderas de Georgia y la UE en mano, los manifestantes bloquearon la avenida Rustaveli, un símbolo de la resistencia popular.
La protesta, que reunió a unas 5.000 personas, se tornó tensa cuando algunos participantes intentaron rodear el edificio legislativo. En un acto de desafío, golpearon las verjas metálicas con adoquines y quemaron un cable eléctrico, lo que interrumpió el funcionamiento de las luces exteriores y las cámaras de vigilancia del Parlamento.
Reacciones Políticas
Leván Sanikidze, representante del partido opositor Movimiento Nacional Unido, declaró al canal Rustavi 2 que las protestas continuarán de manera indefinida. ‘No habrá compromiso alguno’, afirmó, reflejando el sentir de muchos ciudadanos que ven en la integración europea un objetivo crucial para el futuro del país.
Por otro lado, el Ministerio del Interior informó sobre un agente herido durante los disturbios y reiteró su llamado a la calma, advirtiendo que tomarán medidas si se violan las leyes. La policía utilizó cañones de agua para dispersar a los manifestantes después de que algunos lanzaran botellas, bengalas y piedras.
Georgia y su Camino hacia Europa
A pesar de las tensiones, el primer ministro Irakli Kobajidze aseguró que Georgia sigue comprometida con sus objetivos de integración europea. ‘Se darán todos los pasos necesarios para que la nación se adhiera a la UE en 2030’, afirmó, intentando calmar los ánimos de una población cada vez más impaciente.
Las autoridades han enfrentado dificultades para apaciguar las protestas, que comenzaron pacíficamente pero derivaron en enfrentamientos violentos, resultando en al menos 32 policías heridos y más de 40 manifestantes detenidos.
Contexto Internacional
La situación en Georgia ha captado la atención internacional, especialmente después de que el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, reconociera los resultados de las elecciones georgianas durante su visita a Tiflis, desafiando a la UE. Este gesto ha sido interpretado como un apoyo al gobierno actual, lo que ha generado críticas entre los opositores.
En este contexto, las protestas no solo reflejan un deseo de cambio interno, sino también una lucha por el reconocimiento y el apoyo internacional en su camino hacia la integración europea.
Con el futuro de las negociaciones con la UE en juego, Georgia se encuentra en un punto crítico que definirá su rumbo político y social en los próximos años.