Son muchos los niños que aprovechando estas fiestas mágicas, piden una mascota. En primer lugar, siempre tenemos que explicar al niño, que las mascotas no son un juguete, que es un ser vivo que si llega a casa, va a ser uno más de la familia al que hay que cuidar, querer y respetar.
Las mascotas aumentan nuestra calidad de vida y longevidad, ayudan al equilibrio físico y mental, reduciendo el estrés y la depresión, pero en los niños, juegan un papel aún más importante porque también contribuyen a su desarrollo emocional y social, transmitiéndoles valores que incluso nosotros, a veces, nos olvidamos de transmitir como la empatía, el amor incondicional, el respeto, la responsabilidad, la compasión o la fidelidad. Con los animales van a aprender y desarrollar la capacidad de cuidar de alguien, y esto va a generarles sentimientos de competencia y seguridad, que son imprescindibles para el correcto desarrollo emocional. De hecho, diversos estudios sobre el vínculo animal, concluyen que el primer concepto que asocia la mayoría de los niños con su mascota es el de “cuidar”, seguidos de “jugar” y “alimentar”.
Las responsabilidades de los niños con respecto a las mascotas, debemos adecuarlas a su edad. Por ejemplo, los más pequeños se pueden encargar del cepillado del pelo o de avisarnos si le falta agua o comida. De hecho, nosotros tenemos una gata, Mili, y mi hija mayor, disfruta peinándola y “poniéndola guapa” como ella dice, asumiendo una responsabilidad de manera divertida y natural, ya que en el trato con los animales aprendemos muchas cosas de manera natural, espontáneamente, sin necesidad de explicaciones constantes, pero con gran motivación.
También se ha demostrado que las personas que han convivido en la niñez con mascotas tienen menos dificultad para establecer relaciones interpersonales positivas, ya que con las mascotas aprendemos a crear vínculos afectivos y además, la relación con ellas contribuye a eliminar la tristeza, agresividad y las sensaciones de amenaza, fomentando la alegría, y convirtiéndose en un gran apoyo emocional. De hecho, muchos niños ante situaciones de miedo o tristeza, o cuando sus papás no están en casa, recurren a abrazar a su perro o gato en busca de consuelo o apoyo, consiguiendo con su ayuda superar la situación. En el caso de los gatos, que son unos excelentes compañeros para los niños, por el fuerte vínculo emocional que establecen y lo mucho que les gusta el juego, se cree que a través del ronroneo ejercen cierto efecto terapéutico, ya que su sonido tranquiliza y elimina los pensamientos depresivos, disminuye las alteraciones del sueño y regulariza la actividad metabólica, tensión arterial y frecuencia cardiaca.
Los animales no van a criticar al niño, ni les van a dar órdenes, ni le van a gritar, ni se van a enfadar con ellos. Es más, saben perdonar y muy rápido, cosa que no sucede con muchas personas. Siempre son cariñosos con aquellos que los cuidan y miman y van a ayudar a que los niños sientan gran seguridad y apego. Además mejoran su autoestima al sentirse tan importantes para su mascota.
Los animales fomentan en los niños, la realización de actividades al aire libre, convirtiéndose en un importante compañero de juegos que estimula continuamente su imaginación y curiosidad, y que les ayuda a desarrollar sus habilidades motoras. Siendo mucho más saludable sin duda que una consola o ver la televisión.
Además, los niños que conviven con mascotas desarrollan mejor el sistema inmunológico y en los niños con problemas de conducta mejoran sus habilidades motoras, desarrollo verbal, memoria y atención.
Teniendo en cuenta todos estos beneficios, es muy aconsejable la convivencia de los niños con mascotas, pero debemos tener en cuenta algunos aspectos para evitar riesgos. Por ejemplo, no se aconseja tener tortugas, lagartos o serpientes en familias con niños menores de cinco años en los que el sistema inmune aún está en desarrollo. Los animales deben ser vacunados y desparasitados para prevenir al máximo que nos puedan transmitir enfermedades y se deben mantener en óptimas condiciones de higiene.