José María Rodríguez Ruiz, diputado no adscrito de la Asamblea de la Ciudad Autónoma de Ceuta, ex miembro de Vox Ceuta y exvicepresidente de dicha organización política en la ciudad
“El fascismo es maldad más sentido del deber» decía Moravia en su novela La campesina hace más de 6o años, aún con las heridas del régimen de Mussolini y de la II Guerra Mundial, abiertas y cercanas.
Junto con su novela casi coetánea El conformista, ambas completan el análisis sociológico del individuo sometido y sumiso al sistema totalitario, donde se siente camuflado y seguro, donde la violencia se puede convertir en lícita.
El totalitarismo, está claro, aparece en momentos de crisis y provoca fenómenos sociológicos como el que analizaba Moravia en ambas novelas. La segunda, El conformista, con más de setenta años, pero con gran lucidez y vigencia.
En esta segunda obra, un agente del régimen fascista italiano, Marcello Clerici, utiliza de tapadera su propia “luna de miel” en París para liquidar a un enemigo del régimen que fue profesor suyo, con la impunidad de la violencia legal del dictador…
Pues yo en parte, lo reconozco, haciendo de víctima y verdugo a la vez, en el pasado pleno me he encontrado con una situación parecida a la de la novela de Alberto Moravia. Afortunadamente sin violencia física, pero sí con bastante agresividad verbal.
He sentido vergüenza, propia y ajena, leyendo, un artículo en prensa de Carlos Verdejo Ferrer, actual portavoz parlamentario y secretario general de Vox Ceuta, que no llega a los treinta años, pero que destila auténtica ponzoña política, contra mi persona, diputado de la asamblea de Ceuta como el propio Verdejo, pero yo actualmente no adscrito y anteriormente de Vox Ceuta. Y contra mi compañera María del Carmen Vázquez Soto, también diputada de la asamblea de Ceuta, en mi misma situación actual: no adscrita y exdiputada de Vox Ceuta.
Son las acusaciones típicas que se vierten contra los políticos que abandonan una formación: transfuguismo, venderse al mejor postor, etc.
Por supuesto, frente al ejemplar puritanismo, fidelidad y honradez de los políticos que no abandonan la formación, aunque los que sigan en ella puedan haber abandonado la ideología en pro del amparo y protección del caballero don Dinero, y más si es una formación como Vox donde se acrisola el más elevado patriotismo y desinterés. Y por supuesto, las inteligencias más preclaras del Reino.
Perdónenme que me carcajee.
Nos pueden preguntar ustedes a los que hemos militado y dejado de militar, afortunadamente, en este partido político, durante los últimos seis años, sosteniéndolo, incluso en lo económico, nuestra opinión sobre su opacidad y falta de democracia, que les aseguro, sobre todo en su estructura y su cúpula predomina por encima de cualquier elevado ideal.
O mejor navegan ustedes un poco por internet, indagando qué está ocurriendo con Vox en toda España, bajo el iceberg de su último éxito electoral. Lo que hay bajo la superficie del iceberg es mucho mayor que los 52 diputados obtenidos. Créanme.
El joven diputado y portavoz Verdejo y sus tres compañeros de la bancada de Vox Ceuta, quieren únicamente hacernos ver la punta del iceberg obviando la gran masa bajo las aguas no tan limpias…
Carlos Verdejo, no solamente ha sido mi joven compañero de partido durante casi los seis años de existencia del proyecto, sino que fue mi alumno en dos ocasiones, donde se trabó una buena amistad.
Pero, cosas de la vida, el joven Verdejo, es el Marcello Clerici, el sumiso agente fascista, de El Conformista de Moravia, pero del siglo XXI, mimetizado entre la masa del radicalismo político de derechas actual, rompiendo cualquier norma de convivencia y de respeto a mi magisterio y nuestra antigua amistad.
Como dice Moravia “el fascismo es maldad más sentido del deber”.
Tras esa tensa sesión de la Asamblea de Ceuta, hemos podido presenciar como mi antiguo portavoz de la asamblea y antiguo alumno, Carlos Verdejo, ha hecho en parte de Marcello, el personaje principal de El conformista, olvidando los lazos más antiguos y sagrados de profesor y alumno, por los sin duda más endebles dictados por la ¿ideología? y la disciplina de partido, vertiendo duras acusaciones contra mi persona y mi compañera la diputada María del Carmen Vázquez Soto, completando la faena con la publicación del infamante artículo en prensa contra nuestras personas… colofón de una praxis beligerante que viene desarrollándose desde hace meses.
Entono el mea culpa. Yo debía haber sido un ejemplo para Carlos, que no cumple todavía los treinta años, para salir del laberinto ¿ideológico? y sectario donde se ha perdido y del que saldrá escaldado por la mala influencia que recibe y acepta. Él, sin duda, es el Marcello Clerici de El Conformista de Moravia, atrincherado en la masa agraviada por nuestra crisis nacional, económica, política y de valores, que podríamos haber sido cualquiera de nosotros.
Yo, desafortunadamente, puede que haya representado ambos papeles: el de Marcello, cegado por los caminos fáciles del populismo; y el del viejo profesor víctima de su alumno fanatizado por el radicalismo político, dicho sea de paso, ajeno al ideario real del partido.
Yo he logrado desintoxicarme. Si vemos las noticias de los últimos días están surgiendo crisis entorno a Vox en muchas provincias de España. Un derrumbamiento paulatino de la organización quizás libere muchas mentes y voluntades cautivas.
Les podría jurar que muchos de los militantes de Vox, quisimos, simplemente, una regeneración democrática y nacional, amplia, sin cerrarle las puertas a nadie.
Un reseteo, si me permiten el vocablo, de las instituciones democráticas. Una vacuna contra la corrupción y la decadencia. Pero la medicina se tornó amarga y populista.
Como dijo el escritor español Agustín de Foxá, agudo y genial en sus apreciaciones, y nada sospechoso de ser un simpatizante de la izquierda: “hagamos de España un país fascista y vayámonos a vivir al extranjero”, sin duda un aviso para navegantes que confían en transitar fácilmente entre los escollos de los extremismos de la derecha y la izquierda… y además pretendan no hundirse en el intento. Desgraciadamente, además, este fascismo ceutí se sustenta en un suelo de mesianismo destructivo, nepotista, del que mi joven ex alumno no podrá sacar nada positivo en el futuro y cuya capa ideológica constituye un real sacrilegio político. Desde aquí, seguiré deseando por su propio bien y el de todos que finalmente abra los ojos y recupere la cordura.