Ceuta tiene una población de aproximadamente 86.000 habitantes y un presupuesto de gasto municipal anual de más de 300 millones de euros, una cifra que, más allá de parecer alta, en sí misma no nos dice nada. Para entender lo que esto supone, tendríamos que saber que grandes ciudades como Santa Cruz de Tenerife (204.000 habitantes), Tarragona (132.000 hab.), Santander (172.000 hab.), Logroño (151.000 hab.), Granada (242.000 hab.), Oviedo (220.000 hab.), A Coruña (244.000 hab.) o Valladolid (298.000 hab.), es decir, con el doble o incluso el triple de población tienen presupuestos de gasto municipales muy inferiores al presupuesto que tiene Ceuta.
Pero hablar en términos absolutos puede inducirnos a error. En términos relativos quizás muchos ignoren que Ceuta es la ciudad española de entre los municipios de más de 50.000 habitantes que tiene el gasto presupuestario por habitante más alto de toda España (3.600 €/hab), el doble que las siguientes grandes ciudades en el ranking, San Sebastián (1.842 €/hab), Marbella (1.740 €/hab.) y Barcelona (1.690,5 €/hab.).
Los números en su frialdad tienen un significado muy claro, y es que, según el dinero que se destina a esta ciudad, Ceuta debería tener desde hace muchos años unos servicios públicos, un nivel de limpieza, unas infraestructuras, un servicio de transportes público, un esquema urbanístico, un estado de conservación de su patrimonio y medioambiental, un nivel de actividad económica o una tasa de ocupación laboral que fuese la envidia de toda España.
Sin embargo esto no es el Club de la comedia y la realidad nos dice una cosa bien distinta. Estamos a la cola en todos los indicadores mencionados y asistimos a un escenario que nos muestra lo que de verdad les importa a nuestros responsables políticos. Hablamos de cuántos asesores tiene en nómina cada grupo, de quién logra meter en las sociedades municipales mayor número de integrantes y gerentes, de la cuota de poder dentro del bien remunerado Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria, de crear nuevos cargos con jugosos sueldos, de dónde colocar a los innumerables compromisos políticos que salen de hasta debajo de las piedras o de contentar a los posibles socios de gobierno que puedan hacer más o menos llevadera la gestión de gobierno durante los próximos cuatro años.
Para esta legislatura se podría pensar que el equipo de gobierno, la Delegación y los grupos políticos mayoritarios en la Asamblea están preocupados y comprometidos con lo que los ciudadanos de Ceuta necesitan y que los jugosos recursos de los que disponemos se van a destinar precisamente a ello. En nuestra ingenuidad quizás pensamos que van a dotarnos de un PGOU antes de que acabe el año, a proporcionarnos unos espacios naturales libres de escombros y desperdicios, a controlar y regularizar las construcciones ilegales, a darnos un transporte público con marquesinas, planos, indicadores de líneas y paneles informativos con tiempos de espera, a activar la economía, garantizar el pleno empleo, a reducir las tasas de fracaso escolar a niveles razonables, a utilizar todas las capacidades del hospital universitario y traer especialistas sanitarios necesarios, a erradicar los enchufes y los puestos a dedos… y a innumerables necesidades que tiene Ceuta. Pero a estas alturas todos sabemos que no es así.
Desde Cs nos gustaría que fuese de otra manera, pero hasta ahora esta ciudad ha sido sistemáticamente engañada. Los fondos de los que hemos dispuesto durante muchos años se han destinado a crear una sobredimensionada estructura municipal y de subvenciones, encaminada a mantener un sistema clientelar que se chupa la mayoría de ese presupuesto, a lo que hay que añadir que tenemos el dudoso orgullo de tener un presidente que está entre los mejores pagados de España. En otras palabras, los fondos han sido dilapidados por un grupo de personas con cargos políticos que han vivido y viven muy bien, que se encargan de que sus “amigos” vivan muy bien, y que se sienten con cero responsabilidades ante lo que somos y lo que podríamos haber llegado a ser.