El triunfo de la selección española femenina de fútbol ha sido ensuciado por culpa de un machirulo incapaz de reconocer lo que ha hecho de la manera más repugnante posible.
No, no es el hecho de que estemos condenando un beso no consentido lo que ha llevado a no saborear un hito histórico, no. Es el hecho de normalizar nuevamente un gesto que nada tiene que ver con el juego entre dos amigos en un momento de euforia, como se ha excusado.
¿Realmente vamos a comparar a dos amigos que se conocen y que en una circunstancia de alegría o celebración, se entrelazan con un beso consentido por ambas partes, con un acercamiento de presión hacia la cara de una jugadora, con las dos manos de tu jefe, en un momento donde no se podía retirar por estar en medio de un montón de cámaras justo antes de recibir un premio?
¿Realmente somos incapaz de ver el abuso de poder, además de la naturalidad con el que nuevamente nos sitúan en una posición donde pueden usar nuestro cuerpo a los antojos de la supremacía machista y misógina?
Se llama cultura de la violación.
Y me da tanta pereza tener que contestar a quienes comparan este hecho con otros tantos besos dados públicamente, que me voy a permitir el lujo de resumir vulgarmente mi respuesta en un “ que os den”.
Que os den por vuestro negacionismo.
Que os den por vuestra falta de empatía
Que os den por poner en una balanza la fama y el prestigio hacia un Presidente, antes que los valores de igualdad, respeto y dignidad.
Que os den porque sois las mismas personas que negáis la violencia de género y os lleváis al plano partidista una cuestión que incluso podría ser catalogado como delito.
No, no debe dimitir, claro que no.
Lo deben de echar y que luego la justicia hable.