No cabía ni un alfiler entre los asistentes a la presentación del libro de Paco Sánchez, «Masonería en Ceuta». Amigos y conocidos, familiares y gente de sectores como la política, el comercio y las artes han arropado al historiador «no académico»; al apasionado investigador que por afición, visita «por placer» junto a su compañera de andadas durante su tiempo de ocio archivos como el de Salamanca durante más de siete años para consultar todo tipo de legajos y gestar una obra cumbre como la que ocupa este espacio.
Una revisión documentada, rigurosa y revisada por colegas historiadores, sobre los masones en Ceuta. Se trata de un trabajo desmitificador que arroja luz sobre unos episodios poco conocidos de la historia de nuestra ciudad. La organización huía de las polémicas que le trajeron avatares como la Guerra Civil y la posterior persecución franquista.
Sánchez ha abarcado un periodo en el que desarrolla detalladamente la historia masónica desde sus orígenes en el siglo XIII gracias a los canteros medievales de catedrales al inicio de la masonería especulativa ya en el XVIII, con la fundación de la primera sede en Madrid. La Masonería no era ni tan importante ni tan tenebrosa. Las reuniones de las logias poseían un marcado carácter fraternal y los componentes procedentes de diversos ámbitos intentaban hacer el bien entre sus congéneres. Así bajo los auspicios del Maestro decidían a quién ayudar en caso de urgencia de forma altruista. A través de los años hasta su desaparición y persecución con los estertores de la II República se sucedieron varias logias en la ciudad, bajo nombres como Hércules, Constancia o Temis, localizadas en enclaves como Teniente Pacheco y con miembros insignes como el alcalde Sánchez Prados.