Santiago Boira Sarto (Zaragoza, 1967) es el presidente del Colegio Oficial de Psicología de Aragón y profesor titular en la Universidad de Zaragoza, donde coordina el Máster de Relaciones de Género en la Facultad de Ciencias Sociales. Este fin de semana está en Ceutacon motivo de los 20 años del Colegio Oficial de Psicología de Ceuta y fue uno de los ponentes en los actos de celebración del aniversario hablando sobre la ‘Percepción de la Violencia contra las mujeres y feminicidio en España’.
Desde El Foro de Ceuta charlamos con Boira para profundizar en el problema de la violencia contra las mujeres, la percepción que tiene la sociedad, el sistema de judicial, la legislación, los femicidios y el papel tan importante de los psicólogos en la lucha contra esta lacra social.
¿Cuál es esa percepción y por qué es importante hablar de la violencia de género desde la psicología?
El diagnóstico y la intervención es fundamental. No es un asunto del individuo, hay otros muchos actores como los propios profesionales, los medios de comunicación, los operadores que toman decisiones… el abordaje de la violencia tiene que partir de un diagnóstico muy claro y parte de ese diagnóstico es ver la percepción social, que la ciudadanía tiene sobre la violencia y las desigualdades. En Zaragoza hicimos un estudio y los resultados fueron terribles: el 40% de los hombres piensan que la violencia de género o no existe o es poco significativa. Casi la mitad de los hombres, los que luego van a ser médicos, psicólogos, jueces… Otro dato era que entorno al 30% piensa que la desigualdad entre hombres y mujeres ya está superada.
Es fundamental poner en el foco cuál es la actitud social y la actitud de los varones. También cómo operan los profesionales, la psicología tiene mucho que decir ahí para saber cómo hacer nuestras intervenciones especializadas como mujeres que sufren violencia. Desde la psicología tenemos las herramientas para analizar las violencias machistas y cuál es la consecuencia psicológica y social que sufren estas mujeres, incluso para intervenir con el agresor.
Ceuta es una ciudad multicultural y diversa, ¿es esta percepción generalizada o puede variar según las características sociales del lugar y las personas?
El estudio que hicimos era en Aragón, lo comparamos con otro que era a nivel estatal y los datos son muy parecidos. Luego evidentemente dependiendo del territorio tiene sus peculiaridades y Ceuta las tiene, desde el punto de vista político y fronterizo. El movimiento de personas migrantes también genera una coyuntura especial. Una parte de la ponencia tenía que ver con la especificidad de las mujeres migrantes que sufren violencia. Pueden ser mujeres que van en tránsito o que se quedan en Ceuta y hay una serie de peculiaridades que todavía hacen más compleja la intervención.
Ya de por sí las tasas de denuncias son complicadas, por el miedo por la agresión social, la presión de las familias. En contextos como este donde puede haber elementos culturales específicos donde muchas mujeres pueden traer mochilas por situaciones de violencia dramáticas. Por ejemplo, en mujeres subsaharianas que vienen de paso y muchas de ellas pueden venir con agresiones, violaciones o menores que han nacido en el tránsito.
Uno siempre ve la barrera idiomática, que es la primera, pero hay muchas más barreras como los recursos de soporte de apoyo de Servicios Sociales pueden verse a veces como agentes de control y no como de ayuda.
Es fundamental destacar que ahora mismo hay una población flotante aquí que puede ser que no esté identificada. Si uno se imagina la situación de las mujeres que están dentro de esta población cerrada, en principio con componentes muy machistas, es muy compleja. Pueden ver los Servicios Sociales como una amenaza, sobre todo si están en situación ilegal.
Es una situación que creo que creo que hay que seguir investigando porque además pienso que es muy invisible, el tipo de violencias que están sufriendo.
Ha explicado por qué hay muchas mujeres que no denuncia la violencia, pero en Ceuta también son muchos los juicios por violencia de género en los que finalmente la denunciante retira la acusación particular y no declara. ¿Por qué hay tantas mujeres que, una vez dado el paso de denunciar, no siguen adelante?
Hay varias razones y una serie más psicológica, que es lo que se llama el ciclo de la violencia. Entender la violencia es saber que no es estática, es algo que va sucediendo. Imagínate que tú has estado con tu agresor 15 años y con todos estos factores externos que estamos comentando, como el de los hijos, también es muy importante. Hay un momento que el agresor pide perdón y muchas mujeres no acaben declarando.
Entender el ciclo de la violencia es entender que estas cosas pasan. A veces para los propios profesionales significa como una cuestión de resistencia. Nos podemos sentir culpables, pero es parte del proceso y hay que entender que esto ocurre como parte del proceso de empoderamiento e independencia de la mujer. Es muy complejo.
Cuando hablamos de violencia de género pensamos directamente en agresiones y asesinatos… ¿está la sociedad cada vez más concienciada sobre la existencia de otras violencias contra la mujer, como la psicológica?
Eso es un lugar común. Socialmente es como que si no hay violencia física es violencia menor, pero una mujer puede morir sin que su agresor le ponga un dedo encima. Imagínate un proceso de años de duración diciéndote que no vales para nada o que nadie te quiere, con coacciones y sometimientos psicológicos. La violencia puede ser psicológica, económica, o incluso espiritual, y puede llegar a ser tan letal como la física.
Socialmente creo que se va avanzando en la percepción, pero sigue estando ese lugar común, tópico. Lo cual es tremendo porque hace que no se tome en consideración determinadas manifestaciones.
¿Cree que la justicia está preparada y condena el maltrato psicológico? ¿Se pueden probar en los juicios lesiones psicológicas? ¿Qué debería cambiar el sistema judicial para una mayor protección de las mujeres en este sentido?
Pasa que hoy por hoy en el mundo de la justicia lo más importante es la prueba y normalmente tiene que ver con la violencia física. La otra es mucho más difícil de probar. Además en muchas ocasiones puede ser que la mujer denuncie el episodio menos importante, el de la gota que colmó su vaso. Pero hay que valorar toda la historia de violencia, es donde está la clave, y en esto la justicia tiene que avanzar mucho más.
Hace ya muchos años, cuando empezábamos a formar a policías siempre les decíamos que el atestado es muy importante. Es muy importante contar cosas, que es lo que va a demostrar que había violencia.
Judicialmente, habría que hablarlo con jueces y abogados, es complejo porque aparece la habitualidad, que es un agravado, pero es complejo. Es un camino a recorrer, no tiene nada que ver ahora mismo la justicia, sobre todo desde la ley del 2004, pero queda camino.
En lo que llevamos de año ha habido 40 crímenes machistas (35 mujeres y 5 niños) según las cifras oficiales, pero estas solo registran los asesinatos de parejas o ex parejas, ¿cómo define el feminicidio? ¿debería la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género contabilizar los asesinatos de mujeres por el hecho de ser mujeres?
Es fundamental cómo se nombran y se especifican jurídicamente las cosas. En estos momentos en España la ley entiende los asesinatos por violencia de género como aquel que ocurre dentro de una relación íntima, y quedan fuera otro tipo de asesinatos que claramente son por razones de género. La palabra femicidio no es una palabra jurídica en España, lo que sí está ocurriendo en algunas autonomías es que las normativas locales están ampliando el campo de violencias que están sufriendo las mujeres. De hecho, se está desterrando las palabras ‘violencia de género’ y se está empezando a hablar de ‘violencia contra las mujeres’, o en Cataluña hablan ya directamente de ‘violencias machistas’.
En las regiones se están ampliado las violencias que sufren las mujeres, y todas se engloban en el concepto femicidio, que es el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer. En este caso la norma nacional es la que manda, por lo que en términos operativos la maniobrabilidad de una norma autonomice es mucho menor.
El Pacto de Estado contra la Violencia de Género prevé una modificación de la Ley para ampliar las tipologías de violencia contra las mujeres. Es fundamental que se haga porque es la realidad. En Europa cada país tiene su propia manera de contar los femicidios. Es esencial que cambie la norma para tener también un diagnostico real de lo que está pasando con la muerte de mujeres por razones de género.
En el caso de los jóvenes, donde existe un repunte de casos de violencia machista, ¿cómo se puede atajar a nivel psicológico y psicosocial?
Ahora ya no nos sorprende lo que está pasando, nos empezó a sorprender hace 20 años cuando teníamos una imagen de la violencia de género que se correspondía con señores mayores, pero hace muchos años nos dimos cuenta que no, que la gente joven estaba reproduciendo actitudes y sistema de creencias. Como comportamientos de celos o las pruebas de amor, ahora con las redes sociales por ejemplo se pide las claves y si no es que no me quieres.
Mi opinión es que en estos momentos a nivel educativo no tenemos una educación sexual integrada saludable e igualitaria. El acceso a la sexualidad en estos momentos depende de internet, páginas pornográficas que no hacen más que reproducir actitudes de dominación hacia la mujer. Hay charlas o formaciones en institutos, pero son aisladas y no están integradas.
La gente joven lo que hace es reproducir exactamente la sociedad en la que vive. La reproducen de una manera no verbal, no por lo que les cuentan, por lo que ven. Las situaciones de desigualdad y la ausencia de perspectiva de género se puede observar a día de hoy en el patio de un colegio, en como usan chicos y chicas el espacio. También se sigue viendo en los libros de texto en las familias… Qué se puede hacer es complejo, no es que los jóvenes tengan que cambiar es que debe haber una transformación social.
Estamos en un momento que es políticamente correcto decir que todo el mundo es igualitario, que nadie es machista. Nadie o casi nadie te va a decir determinadas cosas pero en los comportamientos y lo hechos hay un camino enorme por recorrer. La clave es la transformación social, del movimiento feministas y también el papel de los varones es clave, sin los hombres esto no se soluciona seguro.
Quizás nadie dice abiertamente “soy machista”, pero se está difundiendo mucho un discurso negacionista. Aquí en Ceuta el pasado 8M se podían ver pegatinas en muchas calles que decían que ‘La violencia no tiene género’. ¿Qué opinión le merece que haya facciones de la sociedad y partidos que nieguen la existencia de la violencia contra las mujeres por el hecho de ser mujeres?
Mi opinión personal me la guardo. Aquí han pasado dos cosas, hay que ver la coyuntura política, pero no en Ceuta, en España, en Europa y en EEUU en estos momentos hay movimientos que están en ese plano. Sin llegar a ese posicionamiento extremo desde hace años se habla del neomachismo, que básicamente es una idea que defiende que la violencia de genero está superada y hay igualdad en las normas y en las leyes.
Hay fuerzas políticas que se han hecho eco de estos extremos que no son nada nuevos, pero de una manera muy extrema. Pero es una corriente que lleva tiempo operando. Es como que el machismo se ha dulcificado, y ya no es del típico hombre del pelo en el pecho.
Si tu escuchas sus discursos aparentemente son razonables; ‘esto está superado, es algo del siglo anterior, y son un grupo de mujeres que solo buscan subvenciones, las estadísticas nos dicen, hay que mirar al futuro, etc. Pero eso es una farsa, básicamente.
La farsa es que es un discurso que está muy pensado para que pueda llegar socialmente. Más allá de las pegatinas es un discurso que está calando. Es peligroso porque hay que entender lo que dice la ley y la violencia contra la mujer, si alguien te dice qué pasa con la violencia a los hombres o para cuándo un Instituto del Hombre es que no está entendiendo científicamente cómo ocurren determinados procesos, en este caso por la violencia que sufren las mujeres.
Es un discurso que está en la calle, es un discurso muy epidémico que está calando y es muy peligroso.
Así como conclusión, ¿diría que la terapia y el trabajo psicológico es una herramienta para acabar con las violencias machistas?
Los psicólogos no somos dioses. Nosotros estamos especializados en las personas y nuestro objetivo siempre es conseguir el bienestar. Cuando trabajamos con victimas el objetivo es sostener, acompañar, cuidar y tratar procesos que llevan consecuencias gravísimas. Tenemos muchísimo que decir, en la intervención y en intentar que el agresor no se vaya de rositas.
Cuando hablando de estructura patriarcal y de machismo, estamos hablando de un sistema de creencias y por tanto el foco ya no está en la victima, está en el agresor y en los operadores donde tenemos mucho que contar.
Una cosa muy importante también en el ámbito de intervención como en la prevención es la perspectiva integral, sabiendo que esto va mucho más, tiene muchísimos componentes si realmente quieres hacer un buen trabajo. En España nuestra ley del 2004 fue un modelo a nivel europeo pero ya es viejísima y fuera del país se ve que esa es la perspectiva que hay que seguir. Y lo psicólogos tenemos mucho que decir.