Expertas e instituciones analizan las consecuencias de la imposición de este falso síndrome, que no ha sido reconocido por ninguna sociedad científica, en una jornada formativa organizada por la Asociación de Mujeres Juezas de España
No está reconocido por ninguna sociedad científica pero sigue aplicándose con terribles consecuencias para niños y niñas y para sus madres. Por eso, la Asociación de Mujeres Juezas de España (AMJE) consideró que era importante organizar unas jornadas destinadas a desmontar este llamado “síndrome”, desde un análisis multidisciplinar. Se desarrollaron el viernes, en el salón de actos del Instituto de la Mujer y para la igualdad de oportunidades.
Las plazas para participar en la jornada se agotaron en 12 horas, lo que indica que el tema preocupa y mucho, a quienes se enfrentan cada día a situaciones de violencia machista y conflictos entre madres y padres que involucran a niños y niñas y adolescentes. Desde el mundo de la judicatura, la educación, la psicología, la medicina, la neurociencia, el trabajo social: las distintas perspectivas ayudan a “poner blanco sobre negro”, en palabras de Gloria Poyatos, socia fundadora de la Asociación de Mujeres Juezas de España, “a analizar desde el rigor para saber a qué nos enfrentamos”.
Prácticamente todas las ponentes recuerdan que el controvertido SAP no ha sido reconocido por ninguna asociación profesional ni científica y que ha sido rechazado por la Asociación Americana de Psiquiatría y por la Organización Mundial de la Salud. El propio Consejo General del Poder Judicial negó la existencia del SAP de modo específico en su Guía para la aplicación de la ley integral contra la violencia de género, en el 2016, donde apela a jueces y juezas para que dejen de utilizarlo. Además de participar en la jornada, el CGPJ la ha ofertado como formación.
Mas recientemente, el Consejo General de Trabajo Social aprobó un decálogo en el que reiteraba la inexistencia del supuesto síndrome. No es el único organismo y sector profesional que insiste en la aplicación de perspectiva de género y perspectiva de derechos humanos y protección de la infancia. Así lo ha defendido la asociación que organiza la jornada y también la recién nombrada Delegada del Gobierno contra la violencia machista, Vicky Rosell, quien se mostró en contra de la llamada “violencia vicaria”, que es aquella que ejercen algunos hombres sobre sus hijos e hijas para hacer daño a sus parejas o exparejas y que también puede ser “institucional”.
“Mantener a las y los menores en una zona de conflicto permanente es mantenerlos en una zona de guerra y convertirlos en adultos con problemas de salud mental y con conflictos en sus relaciones personales”, sentenció la psicóloga Sonia Vaccaro Ceccarelli en la mesa ‘El mito del SAP como diagnóstico’. También su compañera de mesa, Carmela del Moral Blasco, de la organización Save the Children, demostró en su intervención que la utilización del síndrome se convierte en muchos casos incluso en un espacio de impunidad para los abusos sexuales contra los y las menores.
Qué esconde esa patología inexistente
El SAP fue acuñado por el psiquiatra estadounidense, Ricard Gardner, en 1985 para denominar una serie de comportamientos que supuestamente demostraban la manipulación ejercida por uno de los progenitores (normalmente las madres) en contra del otro en los procesos de custodia. Gardner, que actuó en numerosos juicios como perito, recomendaba al tribunal retirar a los niños y las niñas de los hogares de los padres alienantes y colocarlos bajo la custodia de los padres acusados de abuso. El SAP no ha sido reconocido por ninguna institución médica, psiquiátrica o judicial y su uso en España no está permitido.
Conclusión: el SAP es un mito, es una patología que no existe. Pero, a pesar de ello, su utilización en los juzgados y por parte de peritos, profesionales de la psicología y la judicatura se ha extendido, a veces utilizando diversas nomenclaturas, cual eufemismos, (interferencias parentales, instrumentalización de los hijos e hijas o manipulación). Se va “normalizando” y tiene su expresión en sentencias, con espantosas consecuencias para las y los menores y también para las mujeres. Resultan alarmantes, de manera especial, la repercusión que tiene la utilización de este vago concepto en casos de violencia de género. “Me lo encuentro permanentemente”, expresó María Gavilán en la presentación de la segunda mesa de la jornada, ‘El SAP en la sociedad y en los medios de comunicación’.
En última instancia, advierten las y los profesionales de los distintos ámbitos, quienes alegan la existencia de este síndrome quieren evitar que se investiguen las verdaderas razones por las que los hijos e hijas muestren rechazo hacia el padre maltratador. Es por tanto, una patología inventada para controlar a las mujeres que responde a una ideología precisa y desarrolla instrumentos para seguir imponiéndose. Seguramente el próximo, advertían desde el público, van a ser los “coordinadores parentales”. Son estrategias e instrumentos a los que “no es fácil adelantarse”, que se sustentan en una estructura patriarcal que impregna todo, según expuso la fiscal Inés Herreros Hernández.
Si un niño o una niña no quiere ver al padre, lo importante es entender el por qué de esta actitud. Y en el sustrato suele estar la violencia de género, más o menos manifiesta, aunque no esté denunciada. Recordemos que el uso del llamado SAP (o de alguno de los eufemismos con los que se maquilla) es habitual en los juzgados de familia; y sabemos que según la macroencuesta de violencia contra la mujer realizada en 2015, el 73% de las mujeres que sufren violencia de género buscan salir de ella a través de la separación, no por la vía de la denuncia. Por ello, tal y como explican expertos como Miguel Lorente, que también participó en la jornada, como integrante de la segunda mesa, los juzgados de familia tienen una sobrerrepresentación de situaciones de violencia no declarada y no es baladí concluir que si los niños y las niñas manifiestan en esos procesos de separación que no quieren ver al padre sea por la influencia de esas situaciones de maltrato, aunque no haya sido denunciado.
Medios de comunicación
Los medios de comunicación son la ventana por la que se asoma la sociedad a esta realidad. El viernes estuvieron muy bien representados por la periodista Marisa Kohan. “Hemos normalizado la violencia institucional hacia las mujeres y los medios de comunicación somos también responsables, debido a los estereotipos de género que nos atraviesan”, iniciaba su intervención, para criticar la “poca contestación” por parte de los medios ante el hecho de que “las mujeres entren en el sistema judicial pidiendo protección y salgan al cabo de un proceso de años, habiéndole arrebatado los hijos”.
La periodista realizó en diario Público un riguroso seguimiento al caso Infancia Libre, que contrastó con el tratamiento mediático generalizado, “un ejemplo de cómo actúan toda la batería de prejuicios machistas en los medios y de cómo el machismo se estaba rearmando en sus procedimientos”. Las y los periodistas no pueden basarse en una sola fuente, que además proviene de filtraciones, criticó Marisa Kohan, abogando por la “responsabilidad de pasar las informaciones por el filtro de la veracidad y la racionalidad”. Los casos de las madres de Infancia Libre son complejos y muy diferentes, como documentó Público y también medios como El Salto, frente al silencio y la manipulación de la mayoría de los medios. “Es difícil justificar que haya tantas madres malvadas”, sostuvo Kohan. Ahora que la Fiscalía ha archivado la investigación policial, sería de recibo que los medios pidieran perdón. Pero, “si los equipos directivos de los medios de comunicación no están formados en perspectiva de género, es muy difícil avanzar”, concluyó la periodista.
El SAP ha sido objeto de unas 200 quejas ante el Defensor del Pueblo en los tres últimos años, si bien esta institución sólo ha podido pronunciarse en ocho de ellas porque en el resto el asunto estaba judicializado, según explicó Ana Ovejero, técnica del Defensor. La mitad de las quejas fueron interpuestas por mujeres y la otra mitad por hombres. Pero, como denunció Inés Herrero en la primera mesa de la jornada, las acusadas de manipular a sus hijos e hijas en la inmensa mayoría de los casos son las mujeres. Porque el SAP es “una estrategia”, en palabras de Miguel Lorente, basada en la visión de las mujeres como “capaces de cualquier cosa para quitar a los niños” y con el fin de “mantener el orden”, como toda forma de violencia de género. El SAP, dijo quien fuera delegado del Gobierno para la violencia de género, es “una especie de pin paternal”, un elemento que actúa como “pantalla” para evitar un fortalecimiento de la conciencia crítica de la ciudadanía ante las violencias machistas.
Falta de medios. Procesos “eternos”. Escasa formación y especialización de los equipos de profesionales que intervienen en los conflictos familiares y en casos de violencia de género. Equipos forenses que varían según ciudades y zonas, y unidades de valoración de riesgo que siguen sin articularse. Urge escuchar a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho. Urge escuchar a las madres, sin prejuicios. En entornos sin hostilidad y con la sensibilidad y la empatía necesaria, para que puedan expresarse libremente y recibir ayuda.