La figura del sereno es de mi época. El sereno no sólo vigilaba la zona con esmero. Portaba las llaves de los portales. Te mantenía al tanto de las novedades del barrio. Te auxiliaba, te ayudaba, en caso de necesidad. Era un amigo.
Las cámaras de vigilancia son una gran herramienta. Pero, como complemento.
Los serenos, esa función, tranquilizadora de las calles, volvería a generar puestos de trabajos de una gran utilidad y servicio para la ciudad.
Una ciudad en la que los actos vandálicos, la quema de contenedores y coches, robos con violencia, casi necesidad de que el servicio de limpieza, sea realizado por el ejército, necesita con urgencia la implantación de un grupo callejero, a pie de calle.
Ahora bien, no sé ahora mismo la razón, pero los policías locales y nacionales, se utilizan para tantos fines distintos, que se pierde de vista el control directo de la noche.
Los serenos estaban siempre. Sólo había que gritar: ! sereno, sereno, sereno!
A pie de calle, y en la calle, sin más.
Recuerdos de una entrañable profesión. Podría ser bienvenida.
Siempre y cuando, no se convierta, en refugios o nidos de enchufados, sin ganas de trabajar ni el primer día, dormir en lugar de vigilancia, total desidia por el trabajo.
La picaresca que se ha instalado de forma alegre.
Pero, la picaresca, no debería ser óbice para eliminar esa función.
La picaresca debe ser combatida a base de educación laboral. Es decir, no porque se trabaje para el ayuntamiento o la delegación, se debe uno de comportar de forma distinta a como lo hiciera para una empresa privada.
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