Las urgentes decisiones que debe ser adoptadas para garantizar el futuro de Ceuta, están dando pie al inevitable baile de máscaras que define la actitud de todos los interlocutores políticos, económicos y sociales de nuestra ciudad desde hace décadas. Se trata, como siempre, de fingir mostrarse muy, pero que muy, preocupados por el porvenir, mientras que simultáneamente se echa todo el agua que sea posible en el vino para lograr que la solución que se vaya a adoptar sea finalmente inodora, indolora e insípida. O sea, en la mejor tradición gatopardista o lampedusiana, que todo cambie para que todo siga igual.
Nada refleja mejor la idea descrita que escuchar las propuestas y valoraciones de las últimas semanas; desde el Gobierno de la Ciudad, se propone un plan aparentemente atrevido (acabar con la excepción Schengen, Unión Aduanera, …) con el toque final de violín del “espacio de prosperidad compartida” con el otro lado de la frontera, para que nadie se sienta ofendido, mentira con la que llevamos empedrando desde hace mucho tiempo el camino que nos conduce directamente al precipicio. Para Marruecos, todo está supeditado a su plan de anexión, incluidas vidas y haciendas, y la única razón por la que ha permitido el contrabando es porque carecía de actividad económica alternativa para los habitantes de la provincia de Tetuán, como demuestra la lamentable situación socioeconómica de la provincia tras el cierre. Todo intento de colaboración desde este lado de la frontera ha sido sistemáticamente boicoteado, hasta el punto de que, en los programas de cooperación transfronteriza financiados por Europa, Marruecos nunca ha querido participar mientras figurara Ceuta. Hasta que una “valiente” decisión de España decidió apartar a Ceuta de los mismos para que volviera Marruecos. Que levante la mano quien tenga razones objetivas para pensar que esto ha cambiado. “O tempora, o mores”, que diría Cicerón.
No obstante, la actitud de la oposición de la Asamblea es equiparable a la del Gobierno; si éste se ubica gallardamente en el “sí pero no”, la oposición lo hace no menos bravamente en el “no pero sí”. Así, hemos oído que algunos dicen que podrían estar de acuerdo, pero que la última palabra la tiene Madrid (notable descubrimiento de la pólvora que sirve para poner el parche antes de que salga el grano), otros que están de acuerdo en acabar con la excepción, pero un poquito nada más, con lo cual seguiríamos exactamente igual, con la frontera en el puerto en lugar del Tarajal. Y los hay que están demasiado ocupados haciendo uso del lanzallamas para enfrentar a las comunidades cristiana y musulmana, en la búsqueda de la rentabilidad electoral cortoplacista; ya pensarán en el futuro cuando gobiernen, si eso. Y si queda algo después del incendio.
Tampoco andan a la zaga las organizaciones empresariales y sindicales, que se debaten entre una cosa, la contraria y las soluciones pintorescas. Dan la impresión de que están intentando comprobar si pueden darse alcance a sí mismos a toda velocidad a través de una puerta giratoria. El resultado ya lo sabemos de antemano, pero ¡qué de vueltas habrán dado mientras tanto!.
Frente al tradicional mirar para otro lado, no sea que vayamos a tener que hacer algo, que ha caracterizado la política española respecto a Ceuta, lo único que ha alterado un poco la situación es la jugada de Marruecos el 17 y 18 de mayo, yendo más allá de lo habitual en su exitosa estrategia a largo plazo, y obligando a todo el mundo a reaccionar, aunque sea a rastras y a regañadientes. No obstante, como era previsible, pasado el sofocón inicial, las cosas van volviendo a sus cauces habituales, como prueban los tres mil marroquíes, mayores y menores, que tenemos de inquilinos forzosos en nuestra ciudad, mientras el tiempo va pasando. Por cierto, quien piense que la normativa de protección del menor está pensada para amparar que un país pueda invadir otro usando niños, o son colaboradores más o menos interesados, o tontos de campeonato. De los dos tenemos en abundancia.
Mirando hacia atrás en las últimas décadas, es fácil hacer de oráculo: pasado un tiempo prudencial, la frontera volverá a abrirse en las mismas condiciones, aunque ya sin porteo, y volveremos a gozar de la gratificante sensación que proporcionan los rebuscadores de basura, la delincuencia importada, los trabajadores ilegales, la saturación del hospital (la de los centros de menores ya la tenemos, no es necesario esperar), etcétera, todos ellos, sin duda, elementos esenciales de la “prosperidad compartida”. En cualquier otra parte de España arderían las calles, pero aquí nos hemos acostumbrado al modo pastueño. Por cierto, lo de “compartida” debe referirse, en este lado de la frontera, a los empresarios sin escrúpulos muy preocupados por la economía “verde”, la del color de los billetes a costa del futuro de la ciudad, y los sindicatos, refugio de vagos y maleantes cuya única preocupación es la caza de la subvención … y a tomar cervezas y a vivir, que dijo uso de sus egregios representantes en un uno de mayo no muy lejano en el tiempo.
Pero por si todo este atractivo plan pudiera frustrarse, y alguien se viera forzado a mantener las propuestas de partida con la finalidad de salvar un jirón de dignidad, ya está preparado desde el minuto uno el plan b, consistente en que la hermana ciudad de Melilla deshaga cualquier intento de avanzar en la dirección correcta. El Gobierno de Melilla ya ha dicho de todas las maneras posibles que no quiere saber nada de eliminar la excepción Schengen. A lo más que llegan es a proponer un estudio, pero sin ninguna prisa. En fin, ya saben lo de Napoleón: si quieres que algo no avance, crea una comisión. Al final, después del riguroso estudio, vendrá el suspenso en el examen final, y la vida seguirá como siempre, porque ya se sabe que hay una ley no escrita en base a la cual no se puede poner en marcha una medida para Ceuta sin Melilla, y viceversa. Debe figurar en las tablas de Moisés, pero en tinta invisible para no dar mucho el cante. Al anterior, se añade ahora un nuevo argumento tras la rocambolesca crisis de gobierno de Sánchez: hace falta tiempo para que los nuevos ministros “aterricen”, lo que retrasará el supuesto plan para Ceuta.
Sólo una reacción decidida y firme de los ceutíes puede dar al traste con este circo; hay que plantarse. Las cinco medidas que hemos defendido (fin a la excepción Schengen, Unión Aduanera, REF, Comunidad Autónoma y libertad de acción si Melilla no quiere) deben ser exigidas de inmediato, con rotundidad y sin excusas. Hay que defender nuestra estrategia de futuro, al margen de los intereses tácticos cortoplacistas de los partidos, ponerlos entre la espada y la pared. Seguro que es más cómodo no hacer nada (o fingir que se hace algo que resulte a la postre insustancial), pero no tenemos tiempo para más jueguecitos. No hay margen para las dilaciones. Insistimos, el futuro se decide ahora. La alternativa a esa actitud, por la que desgraciadamente muchísima gente opta en Ceuta, es la muerte dulce: irnos apagando sin levantar la voz, hasta que no quede nada en Ceuta que puede identificarse mínimamente con España, y la fruta madura caiga del árbol, no para acabar en la cabeza de Newton, sino en las fauces de nuestro ambicioso e insaciable vecino.