La calumnia y la difamación se da cuando alguien es culpado de un proceder inadecuado a sabiendas de que esto puede o no ser así, tal y como ocurre con Javier Guerrero un hombre, al cual quieren privar de la que la presunción de inocencia. Se la quieren coartar. Vivimos en una sociedad colmada de hipócritas que quieren emitir juicios sin antes pararse a pensar en los problemas que acarrea este tipo de acciones. Hay que esperar a que la Policía realice su trabajo y que sea un juez el que dictamine y tenga la última palabra.
Difamar o calumniar buscando algún tipo de beneficio propio es inaceptable por parte de quien lo ejerce de forma habitual, hacer correr a través de canales adecuados un rumor permitiendo generar un estado de opinión contrario a la persona en sí, el cual causa un daño irreparable, sin olvidar que esta persona tiene familiares a los que se les está ejerciendo un daño irreparable.
La mayoría de las veces, personas sin escrúpulos ni pudor suelen acudir al saber popular, ese que dice: “cuando el río suena agua lleva” sin pararse a pensar que semejantes actos tan deleznables causan que las personas calumniadas lleguen a perder su condición, porque no solo nos encontramos ante un acto malévolo de mala fe contra el honor de una persona, sino que se está atentando contra su propia integridad.
Las consecuencias de la maldad llana y simple o por interés son difíciles de predecir ya que no se tiene en cuenta que, detrás de cada acto consumado hay una gravísima repercusión en el ser humano. Lo que puedo afirmar es que cuando estas situaciones suceden pocas personas conceden el beneficio de la duda al afectado, el éxito siempre va acompañado de un calumniador porque no actúa con la presunción de inocencia ya que su ADN es dado a aceptar todo tipo de comentarios perversos.
“Un tigre no pierde el sueño por la opinión de las ovejas”