Escribían hace poco dos investigadores de la Universidad de Oxford, que ”hacer declaraciones absolutas de certeza sobre las «segundas olas» no es prudente, dadas las incertidumbres sustanciales actuales y la novedad de la evidencia. Como no podemos ver el futuro y nuestra comprensión de este nuevo agente está en su infancia, creemos que la planificación para estar preparados debe inspirarse en una vigilancia sólida, la flexibilidad de respuesta y la separación rígida de los casos sospechosos o confirmados. Estas medidas valen para todos los brotes graves de enfermedades respiratorias.”
Sin embargo, y para la mejor comprensión, y la toma de decisiones han seguido trabajando en modelos predictivos de la pandemia por COVID19, lejos de limitarse al trabajo rutinario, que tras más de año y medio nos consume a todos, sin cejar en el empeño de hacer más y mejor cada día. Los especialistas en medicina preventiva y salud pública españoles, así como los epidemiólogos con formación específica (másteres en salud pública), no hemos dejado de seguir trabajando, estudiando y proponiendo para la mejor actuación de los poderes públicos competentes en cuanto al brote epidémico. Porque el trabajo rutinario, además, lo hacen muy bien nuestros sanitarios en todos sus estamentos.
Clásicamente, respecto a las teorías de las olas pandémicas, la más conocida es la teoría cíclica, que principalmente en la gripe predice ciclos de infección que aparecen cuando la inmunidad natural al agente infeccioso anterior desaparece con la muerte de los sujetos supervivientes con lo que se suponía que ese comportamiento cíclico rondaba los 70 años. Sin embargo, esto no concuerda con exactitud con la evidencia y con la aparición de nuevos agentes infecciosos como los Betacoronavirus. Recientemente varios físicos que trabajan en centros de investigación de Francia e Italia, han planteado un enfoque que coincide con previsiones que por mor de la tozudez en el “acierto-error” algunos países usaron con gran éxito (Australia por ejemplo).
Esto supone poner la ciencia (modelos predictivos) al servicio de las decisiones políticas. El trabajo al que nos referimos es de Giacomo Cacciapaglia y sus colaboradores recientemente publicado en Scientific Reports que utilizan modelos físicos (que por su complejidad y su relación con la teoría de la relatividad no vamos a describir), por tanto basados en características, básicamente del tiempo, definiendo entre otras cosas, el periodo endémico, de los que hemos tenido uno en Ceuta previo a la quinta onda epidémica, y permitiendo con el estudio de dicho periodo hacer predicciones sobre el curso y la recurrencia de las epidemias. Aunque no es el único en el que están trabajando los expertos.
“La OMS, por ejemplo, está tratando de desarrollar un índice compuesto que considere la tasa de transmisión de la enfermedad en función del tiempo, pero también la aparición de variantes del agente infeccioso.” Cacciapaglia demuestra con sus resultados que la clave para controlar la llegada de una próxima ola epidémica está en lo que denomina “periodo de paseo entre olas” (en relación a la física de altas energías”), ese momento endémico (con pocos casos, pero de forma continuada en el tiempo), en que crecen los casos linealmente, no exponencialmente como lo hacen cuando las curvas se empinan, y que los modelos matemáticos las definen muy bien (crecimiento exponencial y desaceleración).
La pandemia gripal de 1918 azotó al mundo en tres oleadas consecutivas entre la primavera de 1918 y los primeros meses de 1919, las pandemias impulsadas por virus pueden presentar un patrón de oleadas. La actual causada por el coronavirus SARS-CoV-2, está mostrando un patrón similar, con una primera ola en la primavera de 2020, y las siguientes que siguen arrasando en varias regiones del mundo. Quienes tomaron precisamente las decisiones en esos periodos endémicos, o mejor aún en periodos de supresión, como el que tuvimos en Ceuta en junio y julio de 2020, sin casos, tuvieron éxito, ya que actuaron sin demora y con rotundidad cuando habían muy pocos casos y eso permitía luego una vida de lo que entendemos por normalidad.
Estos autores pronosticaron con éxito la segunda ola epidémica en el otoño de 2.020, y que aquí en Ceuta nos fue imposible explicar, y menos aún convencer, para que se tomaran decisiones contundentes en agosto de 2020, que nos hubieran evitado decenas de fallecimientos y probablemente miles de contagios. Harina de otro costal, es poder predeterminar el número de muertes y de ingresos hospitalarios, ya que dependen de características personales como la edad y la vulnerabilidad de las personas infectadas, que influyen de forma decisiva y que ocurren tiempo después de la acumulación de un número de contagios elevado.
Por tanto, los investigadores utilizan los casos ocurridos básicamente en un contexto espacio-temporal definido. Y le añaden algo que también hemos insistido hasta la saciedad, y es el número de viajeros que accede a un territorio. De tal manera que el retraso en la llegada de una nueva ola epidémica se relaciona directamente con el número de viajeros que nos llegan y el número de casos ocurridos en el periodo previo. Sin duda alguna, en la acción sobre estos parámetros no hemos tenido suficiente eco para que se tomaran las medidas oportunas, ni siquiera desde estamentos técnicos en la ciudad.
A eso hay que añadirle la cantidad de realización de pruebas diagnósticas de infección y de la política que se tome al respecto, sea por criterios diagnósticos o disponibilidad como pasó en la primera ola epidémica. Lo cierto, es que la mayoría de las medidas y las más duras, se han tomado cuando el número de nuevos casos infectados ya era muy elevado, y en esos momentos solo se puede contener la ola, no evitarla, con un grave impacto para la salud de las personas, la pérdida de vidas humanas y la economía.
Los autores han demostrado que intervenir durante el “período de paseo” de la difusión endémica es fundamental para retrasar o evitar una nueva ola mientras se gana tiempo para otras intervenciones individuales, incluida una campaña de vacunación eficaz. La Ciudad de Ceuta, máxima autoridad sanitaria en su territorio, tardó casi un mes en las primeras decisiones restrictivas en agosto de 2020; 9 meses en acondicionar un punto diagnóstico para la epidemia, y 17 meses para establecer un concierto para realizar PCR para SARS-CoV-2.
La lealtad institucional, antes que con los demás organismos públicos, se ha de tener con la ciudadanía. Ceuta ha sido sobrepasada por los acontecimientos, pero lo único peor que eso, es ver como quienes no tienen capacidad, ni formación suficiente, siguen decidiendo. Debiera causar sonrojo para quien corresponda, que después de más de un año de pandemia existan aglomeraciones de personas en situación de más que discutible habitabilidad, en las que se ha producido un brote importante, porque las competencias están para ejercerlas con competencia, no para alardear de autonomía, y de supuesta autoridad.
Los romanos diferenciaban muy bien entre quien tenía la auctoritas, poder no vinculante pero socialmente reconocido; y quien tenía la potestas, del poder establecido reglamentariamente. Discrimine el lector, porque hay quien perdió hace tiempo la auctoritas. Lo mismo que los modelos predictivos son muy útiles, además del trabajo diario, lo que hay hacer es entenderlos, y además hacerles caso, sobre todo cuando han acertado antes reiteradamente.
Por Julián Domínguez.
Dr. en Medicina, Máster en Salud Pública y especialista en Medicina Preventiva y de Salud Pública y en Medicina del Trabajo.