Esta semana hemos oído y leído que el paso fronterizo está bloqueado porque las porteadoras están de huelga.
Oímos su nombre, vemos sus imágenes, ya casi normalizadas incluso.
Pero poco sabemos el origen del castigo por destino de esas mujeres.
Porque si, las porteadoras, las mulas, son mujeres, son personas, son seres humanos y están ahí, antes dobladas, ahora semiocultas, bajo el peso del estigma de ser mujer que debe tirar de su familia.
Pero no solo cargan con el peso de los fardos, antes a la espalda, ahora empujando, sino también de la indiferencia, de la violencia, de la xenofobia, de ser invisible entre titular y titular, para ti y para todas.
Pero empecemos ya a dar luz sobre la oscuridad del desconocimiento y la indiferencia:
Como es bien conocido en Ceuta y Melilla, desde ambas ciudades viene dándose un tráfico comercial hacia Marruecos desde hace muchos años, cuya forma de producirse es impresentable ante los ojos del mundo.
Es el que a diario se lleva a cabo por porteadores marroquíes, de los que sobre un 75% son mujeres, popularmente conocidas por “mulas”.
Origen: Convenio hispano-marroquí de 16-11-1910 y Acta ratificadora de 12-11-1911 por el que Marruecos se comprometió a crear un puesto aduanero comercial en su frontera con Ceuta, sin que todavía lo haya realizado, tras 107 años. Y Marruecos lo viene incumpliendo y vulnerando desde entonces, además de la regla de Derecho Internacional “pacta sunt servanda”, que obliga a los Estados a cumplir bien y de buena fe los pactos que firman, igualmente recogida en la Convención de Viena de 1969, sobre los Tratados.
Marruecos entiende que la instalación de una Aduana comercial supondría el reconocimiento indirecto de la soberanía española sobre Ceuta, que dicho país reivindica a España.
He aquí el origen del problema.
Política que causa sufrimiento y muerte.
Si se tuviera un mínimo de sensibilidad y humanidad que conmoviera ver a diario lo indigno que es ante los ojos de quienes lo presencien que miles de mujeres marroquíes, la mayoría madres solteras, viudas, divorciadas, sin protección laboral ni social alguna, muchas ya mayores y otras de mediana edad.
Van empujando voluminosos fardos de mercancías que suelen pesar 70 o más kilos, más que ellas, careciendo de contrato de trabajo, de seguridad social y de los más elementales derechos humanos y sociales.
Lo cierto es que estamos ante un contrabando tolerado y esa imagen de las mujeres porteadoras en acción es tercermundista, deprimente e impresentable.
Estas mujeres así CADA DÍA. Por 15€ por fardo.
Si nuestras madres tuvieran que vivir así no lo permitiríamos.
Porqué entonces sí, si son las madres de los demás?