Llevo ya unos cuantos años danzando por estos mundos de Dios, y conozco a mucha gente de muchos lugares. Como por ejemplo a Fermín, un funcionario malagueño amigo mío que trabaja como profesor de Secundaria, Gonzalo, un juez madrileño con el que hice el Camino de Santiago hace casi cuatro décadas ya, o Juan, compañero de la mili que emigró a Estados Unidos y montó un negocio de hostelería que le ha ido muy bien y del que ha llegado a abrir diez locales. De vez en cuando nos reunimos, y nuestras conversaciones son bastante apasionadas.
Fermín es feliz como profesor, ya a punto de jubilarse. Dice, como buen funcionario, que podría estar mejor pagado, pero no se queja, vive decentemente y a lo largo de su vida ha podido ahorrar un dinerito. Gonzalo se dedicó durante años a sacarse las oposiciones de juez, y lo consiguió. Es el grupo funcionarial mejor pagado, y vive bastante bien ya con sus complementos y trienios acumulados. Es el rey del mambo, pero su trabajo le ha costado. En cuanto a Juan, se ha hecho a sí mismo. Como yo, siempre ha trabajado por su cuenta, sin red de seguridad, creando actividad económica, creando muchos empleos, sin descansos, sin apenas vacaciones, con muchos fracasos y algunas alegrías. Ha conseguido ganarse bien la vida y crea prosperidad en su comunidad, un término ese muy importante allá por tierras americanas y que apenas tiene sentido para nadie aquí en España.
Pero en nuestra última reunión de amiguetes, que ahora la hacemos mediante videoconferencia (la cerveza no sabe igual en la distancia pero que nos mitiga la morriña) les hablé del Plan de Empleo en Ceuta y de sus sueldos. Ni que decir tiene que se generaron gestos de estupor, bocas abiertas y manos a la cabeza. Ninguno lo entendía. El intercambio de opiniones me dejó un poco triste, para qué les voy a engañar.
“¿Pero cómo es posible que alguien gane en un Plan de Empleo al mes lo mismo que mis compañeros jueces recién obtenida la plaza?” me decía entre atónito e indignado Gonzalo. Fermín, por su parte, no entendía cómo él cobraba mucho menos con toda la vida de profesor en Málaga. Pero Juan, desde Estados Unidos, tuvo hasta un amago de atragantársele la cerveza. Lo noté porque le salieron unas gotas por la nariz mientras tosía.
“Por favor, chicos (les llamo chicos y ahora entiendo a mis abuelos cuando se referían a sus conocidos octogenarios “esos muchachos”), no lo entendéis. Esto es Ceuta, aquí se cobra eso. Es el paraíso de los funcionarios. El Plan de Empleo lo que está intentando hacer es equiparar los sueldos de sus beneficiarios a los de los funcionarios de similar categoría. Y claro, sale lo que sale.”
Pero lejos de aplacar los ánimos con un argumento sensato, todos pusieron el grito en el cielo, cada cual a su modo. El profesor de Málaga veía indignante que en Ceuta se cobrara lo que se cobra cuando a veinte kilómetros se cobraba mil euros menos al mes, sobre todo porque el barco a los residentes les cuesta una miseria con las bonificaciones. La “extrapeninsularidad” no justificaba ese derroche. El juez; por su parte, no entendía absolutamente nada. No dejaba de menear la cabeza de un lado a otro mientras decía “increíble”. Al final optó por apretar los labios y no decir nada. Según él, se acogía a su derecho a no declarar para que no se utilice en su contra ante un tribunal.
Juan, sin embargo, desde Estados Unidos, se lanzó al ruedo. Cuando se hubo recuperado del atragantamiento, soltó:
“Vaya país de mierda, así España no va a ningún lado. ¿Cómo se pretende fomentar el emprendimiento, la actividad económica, el desarrollo empresarial, si ser funcionario en España, y por lo que veo especialmente en Ceuta, desincentiva cualquier actividad privada? ¡Es una vergüenza, eso no ocurre ni siquiera en los estados socialistas más recalcitrantes! Aquí, en Estados Unidos, si uno quiere progresar, se busca la vida, hay muchas oportunidades, pero hay que tener ganas y valor para lanzarse. Allí, en España, se está creando generaciones de auténticos vagos, de gente sin ambiciones ni oportunidades, sin ganas de crecer y hacer crecer al país. ¿Cómo se quejan desde España de que no hay investigación, ni industria, ni nada si preparar unas oposiciones se convierte en un chollo, en sinónimo de tener la vida resuelta? ¿Quién quiere arriesgarse así? “
“¿Y en Ceuta?”, continuó Juan con su desahogo. “ Eso, vamos, es vergonzoso. Esas no son condiciones dignas, esos son auténticos privilegios. Esa ciudad jamás va a tener futuro mientras ese dinero riegue a tanto funcionario. Ese dinero tendría que destinarse al sector privado, a generar más riqueza, a financiar nuevas empresas, no a pagar a pandas de privilegiados. Sí, privilegiados, que comparados con sus compañeros de la península son privilegiados. ¡¡Los políticos y los sindicatos son los culpables de todo esto, que no tienen ni puñetera idea de lo que cuesta ganar el dinero que ellos malgastan!! A ver cuándo tenéis la población narices suficientes para dar un puñetazo en la mesa y poner a cada uno en su lugar, que así no se va a ninguna parte. ¿Hasta cuándo vais a aguantar? Y blablabla…”
En fin, él siguió con su discurso, totalmente encendido. Les confieso que me sentí un poco incómodo. He decidido que ya no le hablo más de los sueldos del Plan de Empleo, ni de los funcionarios de Ceuta. Eso sí, como les he visto muy preocupados por el futuro de España, y además han vinculado el nombre de Ceuta al de España con tanta naturalidad (algo que me ha gustado mucho), la próxima videollamada sacaré el tema de la visita del Rey a Ceuta. Seguro que eso nos levanta de nuevo el patriotismo.
¿Qué haría yo sin esas charlas con mis amigos?