Filón de Alejandría, un filósofo judío helenístico que vivió en el siglo I d.e.c. en sus obras escritas en griego, aportó nuevas interpretaciones a las historias y mandamientos de la Biblia. En su libro De Specialibus Legibus, Sobre las leyes especiales, escribe sobre Sukot:
“Otra razón puede ser que debería recordarnos los largos vagabundeos de nuestros antepasados en las profundidades del desierto, cuando en cada parada pasaban muchos años en tiendas de campaña. Y ciertamente es bueno recordar en la riqueza tu pobreza, en la distinción tu insignificancia, en los altos cargos tu posición de plebeyo, en la paz tus peligros en la guerra, en la tierra las tormentas en el mar, en las ciudades la vida de soledad. Porque no hay mayor placer que la gran prosperidad para recordar viejas desgracias. Pero además de dar placer, es una ayuda considerable en la práctica de la virtud. Pues quienes, habiendo tenido ante sus ojos tanto el bien como el mal, han rechazado el mal y disfrutan del bien, caen necesariamente en un estado de ánimo agradecido y se sienten impulsados a la piedad por el temor de un cambio a la inversa.”
Sukot tiene por un lado el recuerdo de una historia.
Nosotr@s como pueblo lo tuvimos y cada un@, en sus vidas privadas es hereder@ de historias de migraciones, de carencias, de guerras, de sobrevivencias, de búsquedas de mejores condiciones de vida, de caídas y nuevas oportunidades. Recordar en el calendario festivo los pasos que nuestros antepasados caminaron nos da una perspectiva de nuestro propio caminar.
¿Quién de nosotr@s no tuvo un pasado en su familia de vagabundeos por dificultades y desafíos? ¿Cuántas veces por nimiedades sentimos que el mundo se nos derrumba? Somos hijos, hijas , nietos y nietas de historias que nos legan una responsabilidad; afrontar el camino y no perder de vista el objetivo. Mientras estamos preocupados dentro de nuestras casas cómodas por un traspié o una dificultad, sukot te dice que vivían en tiendas de campaña, a la intemperie y que además tenían la capacidad de ver en la nube que a veces cubría el cielo, el abrazo protector de Di-s.
Y por otro lado tiene el valor de hacernos sentar siete días completos para disfrutar lo bueno que tenemos, lo lejos que hemos llegado. Como un espejo retrovisor, nos hace sentar en la misma escena, una suká- una vivienda endeble- y nos pide que miremos para atrás. Venimos de aquella historia. De las tormentas del todos los desiertos, de todas las sequías, de infortunios e incertidumbres. Y hoy estás acá. Seguramente disfrutando de mucho más de lo que ellos tuvieron. Sobre tierra firme. Es un mundo en el que tienes libertad para profesar tu fe. Para celebrar tus fiestas. Para estudiar y trabajar. Para disfrutar con tus hij@s la narración de una historia con final feliz. El pueblo judío, después de 40 años de carestía y desarraigo, debajo de las mismas viviendas celebra la historia honrando su presente.
Por eso abrimos las casas.
Las llenamos de color. De buenos aromas. De exquisitos sabores. Porque honramos las memorias doloras y los desafíos vividos con una fiesta en nuestro presente.
Zman Simjatenu- el tiempo de nuestra alegría. Porque dignificamos la caminata de nuestros antepasados, los pies quemados por la arena, los ojos rojos por el polvo, las imposibilidades múltiples y su férrea voluntad de llegar a la promesa.
Nosotros celebramos ser parte de esa promesa.
Sin negar el pasado de dolor.
Pero haciendo justicia al valorar lo que fue, lo que fuimos, y lo que es y somos.
Un pueblo libre, que festeja durante una semana ser testigos de la continuidad de una historia.
El Rebe de Kotzk decía que la alegría es un subproducto de la santidad. Por lo tanto, se entiende por qué después de Iom Kipur, cuando somos purificados de nuestros errores y santificados, celebramos Sucot, que se llama «Época de nuestra alegría”.
Porque la santidad está necesariamente ligada a la alegría. Lo vivimos semanalmente cuando decimos el “kidush”- la santificación del tiempo del Shabat a través del fruto de la vid, o cuando participamos de una “jupa vekidushín”, un casamiento que se llama “kidushin”- ceremonia de consagración, que es quizás el evento de mayor alegría para cualquier familia.
La santidad redunda en alegría. Una alegría que es tal si la vida de todos los que tienes a tu lado es también sagrada:
«Te alegrarás delante del Señor, tú, tu hijo y tu hija, tu esclavo y tu esclava, el levita, el extranjero, el huérfano, la viuda de tu comunidad». (Devarim- Deuteronomio 16:11).
Yo les deseo de todo corazón que pongan energía en esta festividad de Sukot.
Que se hagan tiempos para pensar de dónde vienen, qué es lo que consiguieron, cuál es su perspectiva de seguir perteneciendo a este pueblo. De ponerse a pensar qué cosas los alegran, con quiénes comparten su alegría, cuán abiertas están sus puertas, cuántas veces se pierden la oportunidad de estar contentos.
Es la fiesta de la realidad.
Así de despojada es la suká como la vida misma que nos pide que la miremos en perspectiva y la honremos con nuestra alegría.
Jag Sukot Sameaj
Asociación Judía Masorti Yosef Ben Yehuda Ceuta.