Deberá estar relacionado con el mal fario, seguramente. Ha sido encontrar el periodista expulsado, enviado, desterrado, al fondo del mar estrecho, un foro donde expresar opinión, y ¡zas!, no tiene otra ocurrencia mejor, que poner fecha de caducidad (a lo yogurt) a sus 20 años de democracia absoluta.
Si es un demócrata declarado, yo soy neandertal, cosa cierta, por otro lado. 20 años son pocos para poner medidas de tiempos (en plan fin del mundo, cómo están las cosas) para soltarme de la mano, cuando se vive al borde del precipicio, de la merecida condena, del rechazo de la clase sapiens de la comunidad de bolsillo.
Su carácter rebelde, a lo Jeannette, le llevó hasta romper drásticamente, con la duración, en el ejercicio de examen, formulada por gran jefe.
Mientras el cuerpo aguante, sería pensamiento positivo cara, por lo menos, para con un periodista non grato, en pueblo grato.
Mientras sea votado, desde la opinión formada, que llega sin filtros.
Me gustaría que siguiera al frente y en el frente, de una reserva africana, en la que suenan tambores. A veces, suenan a guerras, otras, a sonidos extraños.
Las despedidas son tristes. Sobre todo, si no tienes pañuelo bonito de seda, donde derramar lágrimas, sin ser de cocodrilos del río Nilo.
Pone en serio peligro el actual estado de cosas. Vaya temeridad. Acostumbrado a los demócratas de toda la vida, un cambio de servidor, podría ser perjudicial para los nervios rotos.
Si la Gran Vía se finaliza cada año, su mandato debe ser infinito, estrellas del cielo.
Tiempo habrá para reflexionar y, presentarse de nuevo, donde ya no se quiere presentar. Que no es el servicio militar. Debe ser llamado al orden, y que no abandone el barco, porque con él no se hundirá, capitán de capitanes.
Con mi barco de papel hundido en el estrecho mar, suficiente.
Cantan aquello de «no te vayas todavía, no te vayas por favor, algo se muere en el alma, cuando un amigo se va”. Además, está el gran problema, otro más.
Habrá que buscar, a la brevedad, un lugar (a ser posible con algo más de garantías que el buscado para esconder las mascarillas), donde concentrar y depositar, el mayor número posible de rótulos de calles, placas urbanas, y monumentos varios, para reemplazar, por alegre denominación. Trabajo de Sísifo. Don balón de oro. Patadas a la pelota. A fuerza de ser democrático, es insustituible, en una calidad de democracia de lujo.
Para que luego digan que nadie es imprescindible.
En capítulos anteriores, ante anuncios parecidos en el fondo, no en la forma, se libraron batallas, duelos sin espadas, bajo el cielo estrellado de África: el de la carrera a toda velocidad versus tentado por la debilidad de la carne.
La delfina tomará posición. La bella, sin la bestia. El fuego amigo a marcha de tambor con armonía. Ecos de despedidas. Tambores africanos. Ceuta seguirá. Con democracia de sapiens, o con democracia de demócratas de toda la vida.
En fin, y fin. Democracia, al fin y al cabo. “El poder del pueblo”.
Y las margaritas y sus pétalos: ¿será o no verdad el aviso a navegantes? ¿se irá o no se irá?
Preguntas del futuro sobre las que mi hija Priscila, me indica vía de solución.
Debo consultar a la bruja Lola. Su nombre se parió también en la habitación de la Cruz Roja. En honor, homenaje, al rey. No, precisamente, de la sangre azul, en combinación con pinturas con exceso de agua. El rey del rock. Su mujer se llama así. Grande Elvis.
Por poco, el anterior punto y final, se me convierte en principio de comentarios.
Mi vieja pluma, ante la euforia de la vacuna que llegará, con permiso de terceros, con prisas del pueblo de Bullas, se me va de rollo, cual democracia y ronda.
Son los humos negros del cuadro, del panorama local, que dicen que no envenenan (detalle para agradecer), pero son como testimonios, símbolos, de la ruina de Ceuta.
Es bueno que haya… En mi época, los agustinos sólo nos educaban en francés.
Con el maldito virus ya estaba con miedos. La presencia, en nuestra tierra, de la británica, me obliga a meterme bajo la mesa, del susto doble.
Ojalá que todo vaya bien. Les dejo. Quedo con Adamo y su gran canción, Insha´Allah, escondido. No estoy para nadie. Muchos menos, para los malditos virus.