Tarek Ananou es un fotoperiodista ceutí y ha estado tres años intentando entender las historias que se esconden detrás de la Frontera Sur. Se acercó a las víctimas de unas políticas migratorias que, como refleja su trabajo, ven vulnerada su dignidad por culpa de políticas racistas. Después de presentar «La Bonne Vie» en Rabat, ahora lleva su trabajo a Madrid de la mano de la Fundación Premio Convivencia de Ceuta y la Casa Árabe de Madrid. La exposición fotográfica permanecerá en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid desde el 30 de mayo al 19 de junio.
¿Cómo desarrollaste este trabajo?
Ha sido un trabajo de tres años. El trabajo surge porque había dos cuestiones que me llamaban la atención cuando se retrataba el tránsito migratorio en la frontera sur: se hacía en lugares muy específicos. La valla y el mar. Lo que se conseguía era no personalizar las historias que hay, fotografiar en distancia… al final se hace desde una perspectiva de miedo y transmite esto en las fotografías.
También era por curiosidad, por conocer estas historias y por conocer mi origen migrante.
¿Y qué es lo que entendiste?
Compartir durante tres años con estos grupos poblacionales, me ha hecho ver las cosas de otra manera. Por ponerte un ejemplo, yo me sentaba con mis amigos y me aburría después de estar en estos sitios. Porque te ponías a hablar de coches, de fútbol, mientras que en estos otros espacios se habla mucho de salud mental. La persona migrante te habla mucho de salud mental. Te dicen: «yo me puedo rajar de arriba a abajo, que esto se cura -hablando de las concertinas, por ejemplo- pero si pierdo la cabeza, estoy jodido porque solo tengo una». Esto me ha hecho darle valor a determinados ámbitos personales que antes no era consciente.
¿Dónde sacaste las fotografias?
En Tánger, en Beliunes, en Ceuta… en general es una exposición muy amplia. Hay muchas fotos que se han tenido que obviar por la dureza que implicaban, y porque hay una responsabilidad detrás de ellas. Las personas que están fotografiadas, todas, han dado su permiso y quieren que se muestre, para que la situación que están viviendo no se tenga que volver a mostrar. Se trata de mostrarlos de la manera más digna pero sin obviar las heridas y las cicatrices que les ha hecho el camino. La cosa no es mostrar dureza porque sí, si no, no se genera conciencia.
“La Bonne Vie” es Youness, un menor de quince años de Casablanca que, un día mientras danzaba por la mala vida de las calles de Ceuta, me pidió mi teléfono para llamar a su madre, puso el manos libres y entre lágrimas escuchaba al otro lado “o eres un hombre o no vuelvas más a casa». Es Yasmine, una bebé de un año que durante ese verano rompió entre llantos la madrugada que custodia las playas cercanas a Jbel Mussa y abortó la salida por mar que iba a realizar junto a sus padres y otras quince personas» […] T. Ananou
¿Con esta exposición, podemos interpretar algún mensaje hacía la sociedad ceutí?
En Ceuta hay un problema, en que no solo hay que responsabilizar al Gobierno de lo que se hace siempre. Estas historias y estas situaciones pasan en Ceuta porque la sociedad quiere, porque el gobierno quiere, porque el sector social quiere -no entiendo porque no hay un Save the Children con las situaciones de calle y toxicidad- se juntan un cúmulo de circunstancias que hacen que estas personas caigan en unas situaciones de vulnerabilidad extrema. ¡Y en Europa! Esto roza lo bizarro.
Con la nueva valla, las decisiones sobre Salvamento Marítimo, etc, ¿Qué te encontrarías diferente si volvieras a hacer el mismo trabajo?
Detrás de este trabajo hay muchas horas de comisaría. Marruecos no es un país seguro ni para personas migrantes ni tampoco para periodistas o personas que quieren mostrar la realidad social. A día de hoy, lo que está pasando al fin y al cabo, también somos responsables tú y yo. No es más que una política de externalización de fronteras, en que España está llevando de la mano a Europa a Marruecos para que el país se lleve una parte económica para poder apretar en el asunto. Y de una manera muy retorcida: parece que no nos vamos a manchar las manos, respetamos los derechos humanos, vamos a quitar las concertinas pero llevamos a nuestro amigo Marruecos dinero para comprarle una valla, un foso, devoluciones al sur… es la política migratoria más retorcida que he visto en las últimas décadas en nuestro entorno.
¿Y las comunidades de personas que pudiste ver en Marruecos, por estas políticas, han desaparecido?
Siguen existiendo, pero el riesgo a día de hoy es mayor porque Marruecos tiene una responsabilidad a partir de nuestra financiación. Marruecos no deja de ser un actor monetizado que está generando más presión en el norte sobre los migrantes. Llegando al punto de políticas racistas: conozco casos de gente que, teniendo su situación regularizada en Marruecos, lo cogen, lo suben a un autobús y lo mandan al sur. O personas subsaharianas que están estudiando en una universidad de Marruecos, que los detienen, los meten en un autobús y os mandan al sur. Volver a hacer este trabajo sería más difícil.
¿Cuál es el recorrido de la exposición que hoy se ha inaugurado en Madrid?
Esta exposición se mueve en un contexto entre Marruecos y España y por tanto, lo ideal era publicarlo en las capitales de ambos países. Esto lo hemos conseguido y yo ya puedo respirar un poco más tranquilo porque tenía una responsabilidad con esas personas. Muchas se prestaban a dejarse hacer las fotos por el compromiso que yo las haría llegar hasta el punto que pudiese. Es algo que hago solo, que hasta ahora no tenía el apoyo de nadie, aunque ahora la Fundación Premio Convivencia y el Ayuntamiento de Madrid lo han patrocinado. Hasta el momento estoy contento porque de momento se ha llevado a las dos capitales, sitios donde se incide y se generan estas situaciones. La cuestión del trabajo es que nos sintamos responsables de lo que estamos generando como sociedad.