Uno está, irremediablemente, bajo la influencia positiva del Tíbet.
Como que estoy planteándome seriamente pedirle a los Reyes, los de Oriente, que no a los nuestros, pues debo mantener la debida distancia de seguridad sanitaria, como regalo, un tercer ojo.
Todos los días me inyectan una dosis de budismo. Todo no iba a ser la vacuna de la gripe, que me pusieron, muy amablemente, y sin colas, en el Centro del Mayor, en las instalaciones de la calle general Aranda, y la próxima del maldito virus. Es de esperar que nada más, que ya vale.
Ahora bien, tampoco quiero ser de los primeros, que si algo tenemos los jubilados es tiempo. Una cosa es estar en edad de riesgo, y otra correr el riesgo del cobaya. Hemos pasado de ser casi un desecho de la sociedad joven, a que se nos cuide, sobremanera, y se nos incluya en uno de los cupos prioritarios en los planes de la vacunación. Tampoco es así. Ni una cosa, ni la otra. Un término medio, tirando hacia el final, no estaría mal.
Pudiera ser que el Richard Gere local, haya llegado a s er una joya talentosa, por la religión que profesa el original.
Así las cosas, mi vieja pluma, leal cual perro, me pide mojarla en tinta china, menudas calidades se gastan ahora con sus productos, ni los alemanes.
Una tinta china a modo de cuento, ya estamos, al estilo de aquellos sacerdotes y frailes de los agustinos con los que me eduqué, desde los tres hasta los veintipocos años.
De Ceuta, San Agustín, pasé al Mendel, de Madrid.
Los agustinos me dieron una buena formación. Y buenos ratos de convivencia.
Su forma de impartir era brillante, aunque también los había de armas tomar, que de todo hay en la viña, armados con esa varita de bambú con la que te obsequiaban en las palmas de cada mano, según el día del mes, si no te sabias la lección, tarea, o deberes.
O si te veían, desde alguna ventana del colegio, con alguna niña bonita de las monjas, sentado o hablando, en la Plaza del teniente Ruiz, por lo menos, ese era su rango, la última vez que pasé por tan entrañable lugar de espera junto a mis compañeros, antes de entrar a clase.
Cierto compañero de promoción del colegio de San Agustín, noble, apasionado de las gaviotas, hasta el punto de que llega a confundirlas con las palomas mensajeras, tiene el detalle de enviarme una de ellas para que me deposite en el buzón de casa, una chuleta, y pueda copiar los nombres de los agustinos, no vaya a ser que en mi memoria no figure alguno, y me pongan falta.
Rememorar: P. Primitivo, P. Ramón, P. Montes, P. Anastasio, P. Avelino, P. Félix, P. Casimiro, P. Pachón, P. Albino, P. Iturri, Fray Miguel.
Los buenos superaban a los malos. Lo cual, es todo un logro. El pez grande se come al chico. El malo pudre al bueno. El euro se comió a la peseta.
Recibí educación en los agustinos con monedas de duros, pesetas, reales, céntimos. Para nada se habló de los euros del futuro. Es decir, ni uno de mis compañeros de clase, ni yo, conocimos del manejo. En eso, los agustinos un cero patatero convertidas a pesetas o en euros. De visionarios, nada.
De ahí que, si de pequeños no fuimos instruidos en el valor del euro, difícilmente, de mayores, sepamos administrar con rigor.
Tan es así que me atrevo a afirmar que, para uno de mis compañeros de clase, más de 300 millones de euros, es lo mismo que para mí: calderilla.
Los chicos de la voz han querido imponer. Ni los niños del colegio de San Idelfonso, cantando el gordo, son capaces.
Advierte el líder de los socialistas, cuando sea líder, de posibles engaños.
El tema es serio. Si no fuera porque provoca risa.
El tiempo con viento, frío, y lluvia con más de 300 millones de euros.
La anticipada Lotería de Navidad, ha caído en Ceuta.
Además, ha tocado en el mismo sitio, en el mismo lugar, y a los de siempre.
Por su parte, los contribuyentes agradecidos, se han visto, una vez más, con la pedrá encima, muy repartida entre ellos, por fortuna.
Se hunde a los ciudadanos en la miseria con impuestos hasta para poder tener pesadillas, con sueldazos, y gaitas subvencionadas por doquier, y a bombo y platillo, se proclama lo social que son los presupuestos.
No son suficientes los 100 millones de euros. Con esa generosidad que nos caracteriza, se va a construir unas instalaciones para que puedan ofrecer el servicio de limpieza y recogida de basuras. Otro gasto más que añadir.
Sobre 300.000 euros para arreglar edificios religiosos. Que cada religión sea sustentada por los suyos, y atienda todas y cada una de sus necesidades. ¿Pero no somos un estado aconfesional?
La televisión pública del alcalde de turno, con 3 millones de euros, tampoco sale mal parada en el sorteo. Además, ahora con la puesta de largo con la alta definición, nada más que en maquillajes para tapar los defectos, que se resaltan con los primeros planos, pues un dineral que se les debe de ir.
Nada tiene que ver con el tema de los presupuestos, pero si no lo digo, reviento. Los Bancos, rescatados con los dineros del pueblo, cuya devolución sine die, se han puesto a cobrar comisiones hasta por no ir a visitarles, cuando la situación económica de ruina de las familias es la que es.
En la peor crisis sanitaria, económica, social, jamás vivida, se ponen a atracar a los clientes más débiles, para variar, en la confianza de que nadie llamará al orden. Ellos no son los indecentes. Que también.
Pero, celebramos, quien lo celebre, el día y la noche, de la Constitución. Papel mojado, con la que llueve de agua y dinero, en Ceuta. Pondré la Constitución a secar otros 42 años. Tendré que ponerme, sin falta, otra vacuna más: la de la inmortalidad.
Las contaré: la del budismo, la de la gripe, la del maldito virus, la de la inmortalidad. Es por si se me pasa alguna, a mi edad, ya se sabe. Por fallar te falla hasta la democracia.