El último ataque acabo con el hundimiento de un velero de 15 metros de eslora, detalla El Confidencial
En la mañana del pasado domingo la pareja de tripulantes del Alborán Coñac, un velero de quince metros de eslora que navega por la bocana sur del estrecho de Gibraltar, a catorce millas del Cabo Espartel (Tánger), escuchó unos golpes en el casco de la embarcación. Al salir a cubierta para ver lo que estaba pasando pudo comprobar que se trataba de un grupo de orcas.
Los golpes fueron a más, hasta el punto de romper el timón y abrir una vía de agua en el casco, por lo que los tripulantes, ambos de nacionalidad española, decidieron solicitar ayuda urgente a los servicios de Salvamento Marítimo. A partir de ese momento, y en colaboración con las autoridades de Marruecos, por encontrarse en aguas jurisdiccionales de aquel país, se activó el protocolo de rescate. Una hora después, los dos tripulantes fueron rescatados por un petrolero que navegaba cerca y los condujo a salvo hasta Gibraltar. El velero acabó hundiéndose.
Este tipo de episodios viene sucediéndose de manera cada vez más frecuente desde hace cuatro años en aguas del Estrecho, y está protagonizado por una manada (quizá dos) de unas quince orcas, de las alrededor de cincuenta que forman la población ibérica de la especie, según el censo de 2016.
Esta pequeña población, considerada distinta de otras subpoblaciones que habitan el Atlántico nororiental, se desplaza entre el estrecho de Gibraltar y golfo de Cádiz hasta las costas gallegas siguiendo a los cardúmenes de atún rojo del Atlántico, que constituyen su principal presa. Desde 2020, este grupo de orcas ha protagonizado cerca de setecientos episodios de interactuación con embarcaciones (veleros, barcos de pesca y lanchas neumáticas), que no siempre derivaron en contacto con el casco y que en ningún pueden considerarse como ataques directos.