Las recientes restricciones al ocio nocturno en todo el país dejan en el aire la celebración de los tradicionales cotillones de fin de año e incluso podrían poner en peligro -o al menos alterar considerablemente- las cenas fuera de casa y las reuniones familiares de más de 10 personas ¿Cambiaremos el vestido y el traje por la bata y el pijama?
La sorna y el sarcasmo que habitualmente circula por la red social Twitter ha planteado una incógnita en la que no mucha gente había reparado hasta el momento: ¿qué será de la Nochevieja de 2020?. Y es que, o mucho cambia la situación epidemiológica de aquí a diciembre, o la Nochevieja no se podrá celebrar tal y como la conocemos. De hecho, según apuntan algunos expertos, la llegada del invierno y sus tradicionales resfriados elevarán exponencialmente el número de casos sospechosos de COVID-19 al presentar síntomas muy similares, por lo que se antoja complicado que se relajen las restricciones al ocio nocturno y, mucho menos, que se permitan grandes concentraciones de población en las diversas plazas de las ciudades de España.
Pese a que pueda parecer descabellado hablar de cómo serán las celebraciones de Nochevieja cuando quedan algo más de tres meses para que lleguen, las cifras de casos activos en todo el país comienzan a parecerse a las de marzo y abril y entonces los contagios no se redujeron hasta pasados varios meses. Es decir, no es tan alocado pensar que los rebrotes que estamos sufriendo actualmente en todo el país no estén totalmente controlados para el 31 de diciembre.
Ya sucedió con la Semana Santa, cuya celebración tuvo que prohibirse debido al coronavirus. También era impensable antes de la pandemia que las calles de ciudades como Sevilla o la propia Ceuta se llenasen de procesiones, fieles, capirotes y olor a incienso; pero, para desgracia de muchas personas, así fue. Este 2020 no hubo fotografía del Medinaceli paseando delante de la mezquita de Sidi Embarek, ni los legionarios cantaron el Novio de la Muerte mientras que la Madre y el Hijo se mecían uno frente al otro.
La pandemia de COVID-19 nos puede obligar a vivir una Nochevieja atípica en las que la celebración en familia sea más una obligación que una elección; en la que las lentejuelas, los tacones, las pajaritas y los trajes den paso a modelos más cómodos e incluso directamente a la bata y al pijama; en la que no haya posibilidad de escapar de los «cuñados» y su infinita sapiencia excusándonos con un plan alternativo porque, si todo está cerrado, a dónde vamos a ir… Puestos en lo peor, muchos preferirán, llegado el momento, que si no hay ocio nocturno, tampoco se permitan reuniones familiares de más de diez personas, para así al menos tener la fiesta en paz y no tener que aguantar a familiares que solo ven en ocasiones especiales y a los que se les quiere, pero se les quiere todavía más cuando están lejos.