Aparece una silla de ruedas de madera, destartalada y chirriando. Encima, cara impasible, sumida en el recuerdo de una guerra que le obliga a salir de su país, el hombre del violoncello. Empuja y hace sonar una campanilla un alegre muchacho de boina verde, tirantes rojos y una mueca de sorpresa al ver ante si a decenas de jóvenes.
Payaso y músico salen teniendo como escena el Puerto de Ceuta. Representan refugiados de la segunda guerra mundial, en un espectáculo que regalan a dónde más se les necesita. Son Contaminando Sonrisas. Se empapan del contexto de su público y consiguen transformarlo evocando esperanza donde la rutina sólo refleja miseria.
El espectáculo empieza delante del muelle de Poniente, a pocos metros de dónde han perdido la vida dos adolescentes los últimos meses buscando una vida mejor. Payaso, músico y cincuenta chavales empiezan a caminar por el Puerto. La zona de embarque de vehículos está abarrotada por el fin de la Semana Santa. El payaso saluda a las estupefactas pasajeras. Cincuenta jóvenes migrantes dicen adiós -hoy sin recelo, sin pensarlo, sin amargura- a los que embarcan fácilmente en los ferrys por tener un pasaporte diferente.
Las normas no escritas del Puerto se desvanecen hasta que la Policía Nacional para la comitiva. Se hace el silencio. Se alude a la seguridad de los chicos y a la invasión de la acera para parar e identificar a miembros de la asociación Maakum y a la compañía. Es el mismo cuerpo policial al que los chicos acusan de detenciones violentas y de no querer subirlos al centro. Quien impone la Ley con violencia en el Puerto hoy defiende la seguridad interrumpiendo la música. “Negras tormentas agitan los aires”. El tiempo aguanta.
Pero boina verde, tirantes rojos y zapatos largos sacan una tiza blanca para marcar una línea en el suelo. Todos detrás de la marca, brazos arriba, brazos abajo, respirar, inspirar y aquí no ha pasado nada. “A las barricadas, a las barricadas”, que están vuelta atrás, donde la silla de ruedas volverá a repostar en la gasolinera, en un teatro del absurdo, tanto como que sean los jóvenes migrantes los que arroparán al payaso entre cartones para que duerma. El músico también se tambalea de sueño. Una nota gravemente sesgada asusta a todos los que hacían ver que dormían. Hacían ver porque en el Puerto nunca se duerme del todo.
Pero hoy sueñan mientras la tiza ha dibujado dos tierras y un mar entremedio. Y los jóvenes migrantes, por primera vez, ya están en el otro lado y serán ellos quienes, improvisadamente, se estiren para agarrar la cuerda que sacará al viejo músico y su nieto payaso de las bombas de su guerra al cálido abrazo de quienes están manchados de la grasa de debajo de un camión.
Actuaron domingo y lunes, pero el martes y hoy mismo la Frontera Sur ha vuelto a cargar contra quienes sonreían por el hecho de ser migrantes. Algunos de los que reían han sido expulsados. Algunos dicen que aún teniendo pasaporte de la provincia de Tetuán se les ha echado de Ceuta en las horas que legalmente pueden estar. Aun así, seguro que se les ha contaminado alguna sonrisa que aparecerá en momentos de su ruta hacia sus sueños.