Estamos al inicio de una nueva legislatura. Aunque se mantenga el Gobierno de coalición progresista, y el Ministerio de Educación no haya registrado cambio alguno en lo que a sus dirigentes se refiere. Pero no es menos cierto que la vida política se mide en legislaturas y que sí se han producido alteraciones significativas en el mapa parlamentario. Por otro lado, también se ha renovado la representación sindical, tanto en Melilla (en el mes de junio) como en Ceuta (en el mes de diciembre), donde UGT obtuvo un excelente resultado renovando y ampliando la mayoría absoluta.
Parece pues un momento oportuno para hacer una reflexión sobre la situación actual de la acción sindical en el ámbito de la docencia pública. Extraer las conclusiones pertinentes. Y diseñar un marco de actuación para el futuro inmediato.
Desde hace algún tiempo, CCOO viene observando, y explicando, un proceso de devaluación del papel de los sindicatos en el conjunto del sistema. La opinión sindical cada vez tiene menos valor para el Ministerio que ya ni se siente en la obligación de disimular. Nuestro papel es casi testimonial. Se nos requiere, a su antojo, sólo para cubrir las apariencias y abordar aquellas cuestiones rutinarias en las que el informe o la consulta son preceptivos. Han quedado muy lejos aquellos tiempos en los que el Ministerio temía a los sindicatos, los respetaba y se veía impelido a negociar con ellos. Por otro lado, resulta también muy llamativo el distanciamiento y la pasividad del conjunto del profesorado respecto a la lucha sindical. Quizá contagiados de esa indolencia social enfermiza que se ha instalado en una Ciudad desubicada y abatida, en la que prevalece el individualismo por encima de cualquier otra circunstancia; el profesorado ha dejado de creer en la lucha sindical. Es como si hubiera perdido la fe por completo en la posibilidad de doblegar la voluntad Ministerio. Como sucede en tantas ocasiones, es difícil saber si “fue antes el huevo o la gallina” (el Ministerio no nos toma en consideración porque sabe que nos tenemos fuerza, o no tenemos fuerza porque el Ministerio no nos toma en consideración y eso cala en el profesorado). Probablemente sea una suma (o mezcla) de ambos factores. Lo cierto es que hoy no “asustamos” a nadie y el sindicalismo, sin infundir “temor” (en el sentido democrático de la expresión), es sólo un ejercicio de onanismo intelectual completamente estéril. El cada vez más amplio elenco de profundas y estructurales deficiencias que hieren de muerte nuestro sistema educativo, sigue creciendo sin parar, y sin que el Ministerio muestre la menor preocupación por ello. La única mejora que se ha logrado en los últimos años ha sido un considerable aumento del cupo de docentes (propiciada en su origen por el COVID y posteriormente por los generosos fondos europeos recibidos por España).
Ante este desolador panorama nos quedan dos opciones. Una conservadora, que consiste en mantener la inercia de la dinámica actual. Los representantes sindicales enviamos notas de prensa y escritos al Ministerio. Nos reunimos con nosotros mismos regularmente para repasar una y otra vez el catálogo de reivindicaciones pendientes (que tiene quince años de antigüedad). Asistimos a las convocatorias de la Dirección Provincial para gestionar (parcialmente) las comisiones de servicios, la oferta de empleo (distribución de plazas por especialidades), velar por la pulcritud en los concursos de traslado y la adjudicación de interinidades. Y ayudamos al profesorado que lo requiere a cumplimentar y registrar sus documentos personales. Cada vez que planteamos alguna reivindicación sindical, la Dirección Provincial responde que “no son asuntos de su competencia”; y en consecuencia solicitamos insistentemente la celebración de una reunión del famoso “Grupo de Trabajo para Ceuta y Melilla”, que carece de reglamento, de soporte normativo y de capacidad funcional. Un fútil paradigma de la inoperancia. Es como una especie de “muro de las lamentaciones” que se reúne una vez cada seis meses (más o menos), por videoconferencia (lo que permite a los miembros del equipo ministerial dedicarse a otras tareas mientras aguantan el “tostón” sindical”). Allí, hasta diez representantes (seis de Melilla y cuatro de Ceuta, uno por sindicato con representatividad) pronuncian una alocución sobre los asuntos que a cada cual le parecen más interesantes. Cuando termina la ronda (que suele durar dos horas), algún representante del equipo ministerial contesta a lo que le viene en gana, que suele terminar con un cínico “se estudiará”. Llega la hora de comer, se apagan las cámaras y hasta el curso que viene (o con suerte, hasta otra reunión antes de que acabe el presente con idéntico guión). Sería curioso conocer los comentarios de la representación ministerial cuando se cierran los micrófonos.
Y así pasa un curso tras otro. Sin sobresalto alguno, salvo cuando se publican datos sobre rendimiento escolar, que entonces se produce un tímido revuelo en algunos medios de comunicación, sin despertar ningún interés en la opinión.
Pero hay una segunda opción. Y consiste en dar un giro radical a esta dinámica mortecina que nos condena a sufrir a perpetuidad unas condiciones laborales y sociales objetivamente injustas y discriminatorias. Se trata de diseñar una nueva estrategia. Para recuperar el vigor, la fuerza y la ambición del colectivo. A nuestro juicio, sus elementos claves deberían ser los siguientes:
Uno. Reelaborar la Plataforma Reivindicativa. “Quien mucho abarca, poco aprieta”. Plantear un inventario con decenas de reivindicaciones, tan extenso como variopinto, equivale a renunciar de antemano a conseguir alguna de ellas. Debemos seleccionar y priorizar nuestras reivindicaciones con mayor precisión, teniendo en cuenta el contexto político y la sensibilidad del profesorado. Marcar bien los tiempos y evaluar correctamente las posibilidades reales de consecución. Fijar pocos objetivos, claros, compartidos y alcanzables.
Dos. Una vez establecidos los objetivos a corto plazo debemos consensuarlos con Melilla. Esta es una lección que no terminamos de aprender. El Ministerio es feliz aplicando el consabido “divide y vencerás” (le basta con escuchar a todos y no hacer caso a nadie). Si queremos avanzar, el profesorado de Ceuta y Melilla debe tener una voz única ante el Ministerio. Tanto sindical como territorialmente. Cualquier otra cosa muere en el mar de las vanidades inocuas,
Tres. Debemos implicar a las direcciones nacionales de todos los sindicatos. Ceuta y Melilla se encuentran en una situación atípica, sin contar con un canal directo de negociación. El MEFP dialoga y negocia (lógicamente) con los dirigentes nacionales de los sindicatos. Es preciso que cada sindicato logre un respaldo firme, decidido e inequívoco de sus propios órganos de dirección a nuestra causa (de nada sirve acusar de abandono al MEFP sin los “nuestros” también nos abandonan). Nuestros sindicatos tienen que exigir la celebración de una reunión urgente de la Mesa Sectorial con la finalidad de sustituir el trampantojo del Grupo de Trabajo por un mecanismo de negociación efectiva para nuestro territorio.
Cuatro. Implicar al profesorado en la defensa y gestión de nuestra acción reivindicativa. Aún siendo conscientes de las dificultades que entraña, es preciso recuperar el espíritu de lucha del profesorado. Volver a las asambleas explicativas, contagiando entusiasmo y confianza en las posibilidades de éxito, llamando a la participación activa en las acciones y movilizaciones que ellos mismos propongan. Dicho de otro modo, convencer al profesorado de que es necesario y merece la pena volver a la calle.