Cuando la descomposición de un lugar se extiende, raro es que se salve nada.
Durante varios años estuvo en calidad de imputado por un presunto delito de estafa.
Finalmente, fue absuelto de ese grave delito penal.
Pero, no obstante, ¿pudo haber llevado a cabo esa venta, si la misma fue declarada nula a todos los efectos, pese a haber estado materializada ante notario?
Se había entregado hasta el dinero, (aunque fuera irrisoria la cantidad para su verdadero valor en el mercado).? Cómo es que el comprador no pasó a denunciar si se quedó judicialmente sin el bien objeto deseado por el que había pagado religiosamente?
Pero, si ese comprador era, a su vez, el encargado de gestionar los bienes, su situación de, información privilegiada, le debería de haber puesto en un claro conflicto de intereses, por lo menos.
¿Cuál es la razón por la cual los afectados en un claro sector de inversión importante miren hacia otro lado?
Quiere decirse, vuelvo a inquirir.
¿Es que nadie se va a preocupar de saber si se abrió una investigación para conocer a fondo cuál es el estado real de los bienes patrimoniales gestionados desde la más absoluta falta de control riguroso?
Con las cosas terrenales hemos topado.
En la tierra africana, en la pequeña reserva, hasta los animales sufren la falta de decencia. El rosario de despropósitos.
Los animales mojados, el mercado inundado, los más débiles mirando los techos y los suelos de sus casas.
Hasta no hace mucho, nuestros muertos cayendo de sus nichos de Santa Catalina y, en el tanatorio, te comían, literalmente, los mosquitos mientras velabas a un ser querido. El vertedero de basuras asomaba por las ventanas de los dolores interiores, con vacíos insustituibles, para siempre.
De no ser, básicamente, por los fondos europeos, todas éstas perlas y más, en una llamada perla, desde el cinismo, es de suponer, seguirían formando parte.
Afortunadamente, Filomena, no arruina a los de siempre. Es el respeto inmerecido.
Me apetece un montón cerrar comentarios con dedicación expresa a losperros y gatos de Ceuta, sin pretender, ni mucho menos, pisar argumentos de cariño hacia el mundo animal, de Miguel A. P. con sus bonitas crónicas de apoyo desinteresado.
La ocasión es lluviosa para tirar de Lord Byron, con su magistral frase: “cuanto más conozco a los hombres, más quiero a mi perro”.
Una última confesión. Que los gatos no me perdonen, pero tengo debilidad por los perros.