En un reportaje en El Mundo, el periodista Lucas de Cal cuenta la historia que hay detrás de una de las personas devueltas en caliente el día 30 de agosto. Tiene 14 años y se equivocó de camino
Las asociaciones clamaron en contra de la devolución en caliente de ocho personas. Uno de los argumentos que esgrimen es que esta práctica no permite una posible petición de asilo o identificar a menores. Ansu, con la niebla que tenía que ser su vía de entrada a Ceuta, se desorientó con otros siete compañeros y terminaron escalando el espigón de Benzú, donde quedaron retenidos por las mismas concertinas que le cortaron las manos al joven guineano.
Era la segunda vez que lo intentaba. Cruzó el desierto del Sáhara, una gran fosa común de migrantes, e intentó por primera vez cruzar el Estrecho en una barca de juguete. Cuando fue devuelto desde Ceuta, compañeros que De La Cal ha conseguido contactar en Tánger, explican que fue golpeado en un cobertizo por las Fuerzas Auxiliares marroquíes y deportado, como tantas personas subsaharianas a diario, al sud del país. Tanto migrantes como las organizaciones que trabajan sobre el terreno explican que volver a subir al norte del país se está convirtiendo en una odisea para estas personas deportadas, al encontrarse impedimentos tanto policiales como sociales. Por ejemplo, explican que los autobuses que permiten salir de Tiznit, donde fue enviado Ansu, no dejan subir a migrantes.
El estado español ha sido condenado recientemente al encontrarse pruebas de la expulsión de D.D, un chico de Mali que entró en Melilla en 2014. Este verano también ha salido a la luz la historia de Ibrahim Diallo, otro joven devuelto por la fórmula exprés el año pasado en Ceuta cuando tenía 15 años.