En la primera mesa redonda de la segunda jornada del ‘V Congreso de Mérida. Periodismo de Migraciones’ se ha hablado sobre la cara ‘b’ de las coberturas en las que productores de campo ayudan a corresponsales nacionales e internacionales a informar sobre un tema local. Comparten su agenda y asumen riesgos, pero hay una trabajo invisibilizado, ausencia de créditos y remuneración, precariedad, etc. Todo esto abordado desde una perspectiva de género por parte de cuatro mujeres periodistas: Esther Rebollo, Maritza Félix, Vania Pigeonutt y Paloma Fernández Coleto
Por cada periodista que viaja a cubrir información a un país diferente, suele haber otro u otra periodista que le ayuda a resolver los pequeños detalles, que comparte su agenda y que incluso asume algunos riesgos. ¿Qué trato se le da a los y las «colegas» a quienes llamamos ‘fixers’?. Esther Rebollo, directora adjunta de Público; Maritza Félix, directora de Conecta Arizona; Vania Pigeonutt, fundadora de Amapola Periodismo, México; y Paloma F. Coleto, directora y editora de El Foro de Ceuta, han hablado sobre el lado ‘b’ de las coberturas. Productores de campo, falta de corresponsales en territorios complejos, trabajo invisibilizado, ausencia de créditos, por supuesto, sin remuneración en algunos casos, y mucho más, en un debate 100% femenino. Muchos de esos trabajos terminan ganando premios internacionales sin que aparezca el nombre de la persona que lo hizo posible.
Pigeonutt ha elaborado una guía para que las empresas sepan cómo dirigirse a los fixers. «Queremos interpelar a nuestros colegas por las relaciones de verticalidad», ha asegurado la periodista mexicana, reportera local en los últimos 12 años. Asegura que los periodistas locales no tienen el suficiente dinero y reconocimiento para hacer periodismo, por lo que los ‘fixers’ forman parte de esa precariedad. Asimismo, asegura que el crimen de los 43 normalistas de Ayotzinapa no se habría conocido a nivel global sin el trabajo de los y las profesionales locales. Poner el coche, el tiempo, el conocimiento y la cercanía a los entrevistados, supone una categoría para el fixer.
«Sin el periodista que viene de otros lugares y medios globales, el mundo no va a conocer esa historia«, ha presumido Esther Rebollo, que se pregunta si hay que regular la profesión del fixer. Por su parte, Maritza Féliz aboga por luchar contra la precarización, que añade que ha sido fixer por vocación. «Ahora me doy cuenta que no, porque esas historias fueron contadas con otro contexto», explica la directora de Conecta Arizona, que mantiene que en ocasiones se ha sentido «utilizada» al tener que usar su coche, su gasolina e incluso cargar con los trípodes. «Yo soy productora de campo y voy a cobrar esto, si no, no lo voy a hacer», asegura la periodista, que apuesta por la igualdad entre el corresponsal y el periodista local, que ha aprovechado para lanzar un discurso feminista poniendo de manifiesto los obstáculos a los que las mujeres fixers se enfrenta y los hombres no, como tener que asumir el precio que les cuesta que otras personas les cuide a sus hijos.
«Las grandes cadenas nacionales no tienen periodistas en Ceuta, pero durante la crisis migratoria quedó patente el papel de los y las fixers en la ciudad autónoma», asegura Fernández Coleto, que recuerda que durante estos hechos, los y las periodistas locales se vieron «corrigiendo» a los y las periodistas nacionales porque había mucho contexto que no controlaban. «Te contratan como fuente fiable y no estás en ningún crédito y, por supuesto, no cobras», apunta la editora de El Foro, que pasó un presupuesto a una cadena japonesa que no aceptó pagar por compartir su agenda y sus contactos. «Los demás se van y tú te quedas con lo que ellos han publicado», ha añadido la socióloga, que asegura que es «gastar cartuchos» cuando hay ocasiones en las que ni se agradece. «Hay que saber a dónde poder llegar para no perder las fuentes locales», remarca.
¿Han sido puestos en peligro los fixers por haber aceptado acompañar a corresponsales en el tratamiento de ciertas temáticas?
Pigeonutt se enfrentó a una situación en la que un corresponsal le pidió asistir a un funeral. «Yo le dije, ¿qué hago? ¿te mato a alguien?», al final la periodista tuvo que pedir a una amiga asistir al funeral de su padre. El corresponsal hizo las fotografías, las publicó y ni siquiera se las facilitó a la fixer. La periodista mexicana explica que la nota roja en Guerrero significa la cobertura de noticias trágicas «porque suponen una mancha de sangre». Situaciones intimidantes, ruptura de códigos, falta de sensibilidad y mucho más que reseña, que le suponen a la periodista una pérdida de confianza por parte de sus fuentes: «te tiras toda la vida llamando a una puerta y en un segundo te la cierran».
Fernández Coleto define la realidad de Ceuta como «compleja» y asegura que el silencio hace más ruido que el sonido. La seguridad digital en Estados Unidos es muy diferente a la integridad física en México. «Queremos pagar lo mismo a los fixers mexicanos por facilitar información que les cuesta la vida», añade Félix, que aboga por asegurar a estos profesionales y respaldarlo porque «ser fixer en Estados Unidos es más fácil que serlo en México». A la periodista de Arizona le ha costado mucho tiempo saber el valor y el precio de su trabajo como fixer: «no somos las niñeras de nadie». En ocasiones, ni siquiera ha podido firmar ciertas informaciones que le ha costado mucho trabajo conseguir por su seguridad.
Por último, no solo se ha hablado del factor tiempo, sino que en ocasiones el corresponsal tiempo muy poco presupuesto para hacer esa cobertura internacional. ¿Son las empresas, medios de comunicación y las cadenas nacionales conscientes de que deberían garantizar no solo el trabajo del corresponsal sino del fixer? Esto favorecería un periodismo ético a nivel interno y externo.