El portavoz de Vox se ha defendido de esta manera cuando se ha dejado caer en el Pleno que no es precisamente un currito
Se suele decir que cuando uno escupe hacia arriba, tarde o temprano, el esputo le acaba cayendo por aquello de la gravedad. En este sentido, Vox lleva ya más de dos años hablando de «chiringuitos«, de «vividores» y de «paguitas» para «vagos que no quieren trabajar» y, por eso, resulta irónico escuchar al portavoz de la ultraderecha, Carlos Verdejo, justificarse cuando otro portavoz le reprocha su escasa experiencia en el mercado laboral.
Ha sido durante el enfrentamiento con el consejero de Educación y Cultura, Carlos Rontomé, cuando el portavoz de Vox se ha visto en la tesitura de tener que responder al por qué de que su hoja de experiencia laboral no sea muy extensa. Verdejo ha salido al paso respondiendo que es más joven que su interlocutor y que es normal que tenga menos experiencia. También ha señalado que, por joven que sea, tiene «también derecho a entrar en política«.
Son dos afirmaciones sobre las que no se puede poner ninguna objeción. El propio Rontomé ha indicado que tiene 55 años y que lleva trabajando desde los 16. Es evidente que es mayor y cuenta con más experiencia laboral que Verdejo. Raro sería lo contrario. También es igual de cierto que la edad, siempre que se tenga cumplida la mayoría legal, no debe ser un impedimento para hacer política ni por defecto ni por exceso. De hecho, es sano y positivo para la democracia que, en una cámara que debe ser un reflejo de la sociedad a la que representa, las edades de sus integrantes sean heterogéneas y abarquen a todos los rangos de población posibles.
El problema viene cuando quien que tiene que defenderse y justificar que no es un «vividor» que está en política por «la paguita» es el mismo que lleva dos años señalando como «vividores» a todas aquellas personas que no le gustan o que se muestran contrarias a sus posicionamientos ideológicos. Verdejo ha sido la víctima de la sombra de la sospecha que él mismo siembra.
Muchas de las personas migrantes a las que la formación de extrema derecha criminaliza en sus discursos y a las que acusa de «venir a España para vivir del cuento y de las ayudas» llegan a nuestra ciudad con formación universitaria en sus países de origen y/o con experiencia laboral -pese a su juventud- en diversas profesiones.
Las asociaciones a las que Verdejo no ha tenido reparo en señalar como «chiringuitos» y a sus integrantes como «vividores» cuentan con una dilatada experiencia en el denominado tercer sector. Tanto es así que varias de ellas y de quienes forman parte de las mismas han recibido el reconocimiento de la Ciudad por su trayectoria.
Las personas que se benefician -o esperan poder hacerlo- del Ingreso Mínimo Vital y a las que Vox ha catalogado de «vagos que quieren vivir de la paguita» se ven limitadas por las mismas condiciones del mercado laboral que impiden que un joven -ya no tan joven- como Carlos Verdejo cuente con más experiencia laboral de la que tiene. No todas pueden entrar en política.
Uno de los inconvenientes de utilizar falacias para construir argumentos es que estas pueden volverse muy fácilmente en tu contra.