El partido GERB, encabezado por Boiko Borisov, ha logrado imponerse en las elecciones generales de Bulgaria, celebradas por séptima vez en tres años y medio. Según los sondeos a pie de urna, GERB ha obtenido entre el 26% y el 27% de los votos, lo que le otorga una ventaja significativa pero insuficiente para gobernar en solitario.
La necesidad de formar una coalición es evidente, dado el carácter fragmentado del Parlamento búlgaro. Borisov ha expresado su preferencia por aliarse con la coalición reformista y europeísta Continuamos el Cambio-Bulgaria Democrática, que ha conseguido casi el 15% de los votos. Ambas formaciones ya compartieron el poder en un gobierno anterior que duró apenas diez meses.
En tercer lugar, se sitúa el partido ultranacionalista y prorruso Resurrección, con un 12% de los votos. Este partido aboga por políticas controvertidas, como la salida de Bulgaria de la UE y la OTAN, lo que lo convierte en un socio poco probable para las principales formaciones políticas.
Las escisiones del Movimiento por Derechos y Libertades (DPS), que representan a la minoría turca, han obtenido entre un 8% y un 10% de los votos cada una. Estas divisiones internas reflejan la complejidad del panorama político búlgaro, donde las alianzas son volátiles y las acusaciones de corrupción están a la orden del día.
El Partido Socialista Búlgaro, con vínculos históricos con Moscú, y el partido antisistema Existe Tal Pueblo también han asegurado su presencia en el Parlamento, aunque con menor representación. La participación electoral ha sido baja, situándose en torno al 33.5%, similar a la de las elecciones anteriores.
La situación política en Bulgaria sigue siendo incierta, con un Parlamento dividido y la necesidad urgente de formar un gobierno funcional que pueda abordar los desafíos económicos y sociales del país. La capacidad de Borisov para negociar y formar una coalición será crucial en los próximos días.