Desde hace años él estaba por decírmelo, pero, finalmente, cambiaba de conversación. Sorteaba mi inquietud, sin ser torero.
Al cabo de mucho meterme donde no me llaman, fui sabiendo lo que le pasaba, lo que le venía ocurriendo. Su melancolía no estaba en el ámbito familiar.
Tampoco en su condición de profesor en la Facultad de Medicina, de la ciudad, en la cual, es más fácil encontrarte con ceutíes, que en Ceuta. Ese éxodo.
Su tristeza, descubrí hablando, siglos atrás, con Cristóbal Colón, que iba camino de Huelva, estaba motivada por su especialidad del corazón.
Se quejaba, sin decir, que según iban transcurriendo los años de profesión, sus pacientes mostraban signos evidentes de falta de sentimientos.
Como queriendo explicar, en una de sus clases, que en nuestra época, teníamos más sensibilidad por las cosas de los demás.
Queriendo decir que se había extraviado la solidaridad.
De tanto vivir, literalmente, de los corazones, se había acostumbrado a la gente de bien.
Sin darse cuenta que los humanos cada vez somos más animales.
En definitiva, buscó consuelo en el campo de escribir sobre historias de medicina antiguas que se ocultaban en una Granada pérdida en un tiempo sin vuelta atrás.
Así, compaginando tareas, se le puso el cabello blanco, y ya fue feliz.
A su manera, su pelo blanco, le reconciliaba con el mundo sin corazón, que amenazaba con mandarlo a sellar el paro, en el INEM de la Alhambra. Así cualquiera deja también de currar.
El maldito virus no respeta ni a la ciudad histórica, ni a una personalidad del corazón.
Sin corazón, el maldito virus, ha pretendido arrebatarle el suyo, a un sanador de ese órgano del amor, que, no había perdido la esperanza de encontrar, de nuevo, en una sociedad con la grandeza de aquello por lo cual eligió esa materia tan sensible.
La batalla la ha librado y la ha ganado. Es que luchar contra Miguel Ángel ULECIA, era anticipo de derrota.
Te queremos, y todos los que te apreciamos, hemos hecho movimientos de dilatación y contracción, brindando, de corazón.
Mientras esto ocurría en Granada, en Ceuta, los perros, vuelven a mojarse, los caballos se ponen pochos en sus cuidados, y los gatos, necesitan, también de un plan.
Un plan distinto a esa política sin corazón, a base de cemento armado, bueno para la cara, como se pone el pan, al cabo de los días.