¿Pueden personajes femeninos de malas-malísimas representar lo inhumano, lo innombrable?, ¿puede la maldad ser consustancial también a la naturaleza de algunas mujeres?, o ¿acaso la crueldad y la saña de las villanas en el cine tiene siempre una razón que la justifique?, ¿no pueden ser malas porque sí?
El arquetipo de la villana ha existido a lo largo de la historia del cine. Muchas películas se han regido por el orden de representación patriarcal que se ha limitado a representar mujeres en roles de buenas y malas. Las buenas, las decentes, no interesan. No suelen conquistar cotas de metraje y suelen limitarse a ser el trofeo del héroe. A las malas siempre se las ha condenado porque con su forma de ser estaban subvirtiendo ese orden social que necesita de los dos modelos para sobrevivir. Se las ha culpabilizado, castigado y vilipendiado, pero han estado ahí conquistando protagonismo y ofreciendo nuevas posibilidades de identificación.
La villana no espera, no es el trofeo de nadie. Es inteligente, ambiciosa y actúa en su propio beneficio. Han sido de los pocos arquetipos que han tenido entidad en el cine. Si bien Hannah Arendt teorizó sobre la banalidad del mal, el mal para la villana no es nada trivial. Es un medio y un fin en el que encuentra un libre albedrío vetado para el resto de personajes femeninos y un ejercicio de poder y libertad jamás imaginado para princesas y doncellas desvalidas.
El mundo Disney
La factoría Disney ha sido una gran productora de villanas. La empresa que lleva colonizando la mirada de generaciones de niños y niñas desde la década de los 30 del siglo pasado tiene una buena colección de personajes femeninos sin escrúpulos que han atemorizado infancias. La reina Grimhilde o reina Malvada es la primera villana de Disney (1937). Tan majestuosa como siniestra, le declara la guerra a la bella e inocente Blancanieves por ser más guapa que ella. Su egoísmo es tal, y sus ansias de poder y belleza tan infinitas, que no duda en mandar asesinar a la joven. Su caracterización como bruja que engaña con la manzana a la poco avispada niña establece las bases de la dicotomía entre buenas y malas mujeres. La inocencia de Blancanieves es la antítesis de la inteligencia y ambición de la reina Malvada.
Maléfica (La bella durmiente, 1959) es la otra villana por antonomasia. Antes de que se reescribiera su historia en la película homónima interpretada por Angelina Jolie (2014), redimiendo así a una de las más potentes villanas de la historia del cine, fue una bruja malévola y rencorosa que maldijo a un bebé porque no la habían invitado a la fiesta de presentación de la princesa Aurora. No maldice por envidia, no maldice para conseguir nada, porque ella tiene su castillo, sus esbirros y puede convertirse en dragón. Lo hace porque quiere y porque puede.
Lady Tremaine, la madrastra que esclaviza a Cenicienta; Cruella de Vil, tan mala como para querer hacerse un abrigo con la piel de cien cachorritos, con un look y un glamur de infarto; Úrsula, la carismática mitad mujer mitad pulpo, inspirada en la actriz Divine, son las malas de la historia.
La divertida -y un poco cínica- bruja de la película Brave (2012) rompe con esta tendencia, al igual que lo hace su protagonista, la ingeniosa y atrevida Mérida. Ambas revientan las costuras de la representación de princesas y brujas del mundo Disney desde el año 1937.
Universo Harry Potter
La saga protagonizada por el niño mago está llena de mujeres excepcionales, fuertes e inteligentes. Lily Potter, la madre de Harry, se sacrifica por su hijo y lo inmuniza frente al mal con la fuerza del amor; Hermione Grangerla, sagaz y valiente amiga del héroe; la inteligente jefa de Grifindorf, la profesora MacGonagall; la excéntrica y radicalmente diferente Luna Lovegood; la aguerrida Giny Weasley; la auror Nymphadora Tonks; y Molly Weasley, la jefa de la familia Weasley. Todas despliegan nuevas posibilidades en una de las sagas más importantes de la historia de la literatura y del cine.
Las historias necesitan su reverso tenebroso y en esta encontramos a Petunia Dursley, cruel y despiadada, que no es capaz de abandonar a su sobrino Harry Potter, pero le hace la vida imposible. Le humilla, le encierra en una especie de sótano, no le alimenta bien y no le da nada de afecto y cariño. Entregada a su hijo Dudley, finalmente huirá con su familia para salvarse de las fuerzas oscuras.
Dolores Umbridge es una perversa enviada del Ministerio de Magia para controlar a Potter y su cuadrilla en Howards. Su aspecto de hermana de la reina de Inglaterra, vestida de rosa y amiga de los gatos engaña: es capaz de actos muy crueles contra gente adolescente.
Pero si hay una villana en la historia es Bellatrix Lestrange. Entregada con furor a las artes oscuras, adoradora y leal sierva mortífaga de Voldemort, defensora acérrima de la pureza de sangre entre magos y magas, es la única mujer con relevancia en el bando del mal. Fuerte, talentosa, siembra el dolor en las filas de Potter asesinando a gente querida.
Implacable y sádica, disfruta del sufrimiento que infringe. Su fuerza visual, su desvergüenza y perspicacia hacen que tenga su lugar propio en el olimpo de este repaso.
Miranda Priestly: revisitando a la bruja
El cine infantil y juvenil, especialmente el de género fantástico y el de animación, ha ofrecido múltiples brujas malvadas (y algunas buenas) como la Malvada Bruja del Oeste de El mago de Oz (1939), las perversas Sarah Bailey, Nancy Downs y Rochelle y la empoderada Bonnie de Jóvenes y Brujas (1996), la infame Eva Ernst de La maldición de las brujas (1990) o las míticas hermanas Sanderson de El retorno de las brujas (Hocus Pocus, 1993).
En los últimos años también el cine narrativo ha reexaminado el arquetipo, creando personajes mucho más complejos y realistas como el de Miranda Priestly en El diablo viste de Prada (2006). Interpretado por Meryl Streep, el personaje de Miranda juega con el manido estereotipo patriarcal de la mujer con poder déspota, cruel, insufrible y desalmada, antagonista de la doncella inocente e indefensa, personificada en este caso en la idealista Andy (Anne Hathaway). Con su estilazo y su charm, la Streep consigue ocupar toda la pantalla y nos hace oscilar entre el odio visceral hacia la descarnada industria de la moda a la que ella representa y ese cosquilleo que produce la envidia hacia una mujer que maneja el cotarro y que hace que, a su paso, “retiemble en sus centros la tierra”, como dice el himno nacional mexicano.
Jennifer Check, la villana de instituto de Jennifer´s body
El instituto es una época intensa en la vida de cualquier persona. Depende de en qué grupo te encuentres, vives la experiencia de una forma muy diferente. El cine de Hollywood se ha interesado por estas luchas entre la abeja reina y sus acólitas y las pringadas, que por lo general son más inteligentes y brillantes que las primeras y tienen más personalidad. Carrie (1975), Fuera de onda (1995) o Chicas malas (2004) son referentes en este tipo de cine. Caramelo asesino (1999) abría el camino de nuevas lecturas de las películas de adolescentes que exprime la serie Scream Queens (2015), incluyendo dosis de terror. Jennifer’s body (2009), nacida con vocación de película de culto, es una cinta de instituto, de adolescentes y de terror donde el personaje de Jennifer Check, interpretado por Megan Fox, pulveriza las convenciones del cine de terror. La protagonista no es una víctima, sino una vengativa criatura que disfruta creando el caos, la muerte y la destrucción.
Annie Wilkes. La locura y las villanas en Misery
Misery (1990) explora los límites de la obsesión y la locura haciendo una lectura muy perversa de los cuidados. Cuando el famoso escritor Paul Sheldon sufre un accidente de coche, no se imagina que va a comenzar la peor de sus pesadillas. Annie Wilkes, la enfermera que le socorre, casualmente es una de sus mayores fans y no va a estar dispuesta a dejarle libre. Usa los cuidados para satisfacer sus necesidades y usa la violencia, en ocasiones extrema, para seguir manteniendo su lugar en la insana relación que establece con el desdichado escritor.
La película nos ofrece un personaje que perturba, aterroriza e impacta. Pocas veces el retrato de la locura ha sido llevado tan al límite. No nos queda sino apuntarnos al brutal viaje que propone Annie.
Supervillanas
Una categoría indispensable en este artículo es la de las supervillanas: esas bellacas que saltaron del cómic a la gran pantalla y que, con sus habilidades sobrehumanas, se dedican a amargarle la existencia a los superhéroes de turno. Si bien es cierto que la lista de superheroínas ha crecido en los últimos años a medida que los universos de Marvel y DC invadían las salas de cine, no han proliferado en igual medida las supervillanas. Recordemos a algunas de las inolvidables como Mística, de la saga X-Men; Hiedra Venenosa, de Batman y Robin (1997); Catwoman, de Batman Returns (1992); Hela, de Thor: Ragnarok (2017); o Harley Quinn, de Escuadrón suicida (2016).
Más o menos descritas como seres perturbados, las supervillanas han conseguido labrarse su hueco y demoler el techo de cemento que construyeron Superman y Spiderman con su #AllMenPanel versión salvadores del mundo.
Las malas de Tim Burton
Es innegable que Tim Burton, es uno de los directores de cine fantástico más prolíficos y originales de nuestra era. En su obra ha sido capaz de construir historias excéntricas, lúgubres y coloridas a la vez, marcando una estética y un discurso propios, y en el que “las malas” han tenido un papel esencial.
Resulta memorable el personaje creado por Burton e interpretado por Helena Bonham-Carter en el remake de Alicia en el país de las maravillas (2010) y en Alicia a través del espejo (2016), que mezcla los personajes de la Reina Roja y la Reina de Corazones descritos por Lewis Carroll en sus famosos relatos. Una mala-mala ridículamente cruel y con pocos resquicios de bondad, caprichosa, cabreada con el mundo, que quiere decapitar a cualquiera que le lleve la contraria pero que encuentra la “redención” mediante la reconciliación con su hermana, la Reina Blanca. Es un personaje muy sugerente. Ya en su primera versión literaria dio pie a teorías evolutivas que aún pueden servirnos para hablar de autoritarismo, de violencia, del “correr lo más rápido que puedas” de este monstruo neoliberal y necropolítco en el que vivimos, y que manda “cortarle la cabeza” a quienes no producen para el sistema.
Otra villana de Burton, también interpretada por Helena Bonham-Carter, es Nellie Lovett, la exitosa y macabra panadera, cómplice de Sweeney Todd, que convierte los cadáveres de los hombres que este asesina en suculentos pasteles de carne, llevando su negocio al éxito. También estaría bien recordar aquí el odio y la conciencia de clase de la poderosa y vengativa Angelique Bouchard (Eva Green) de Sombras tenebrosas (2012), otra exitosa mujer de negocios, al igual que Mrs. Lovett en la historia del barbero diabólico de la calle Fleet (2007). Al igual que Bouchard, Mrs. Lovett y la Reina Roja, un pasado precario lleno de desgracias parece ser también el detonante de la vileza de Lady Van Tassel (Miranda Richardson) en Sleepy Hollow (1999).
Este somero repaso por algunas de las villanas dibujadas por Burton en sus sombríos filmes y este patrón explicativo de su conducta que también encontramos en algunos de los personajes mencionados anteriormente como Maléfica, por ejemplo, nos lleva a hacernos algunas preguntas: ¿pueden personajes femeninos de malas-malísimas representar lo inhumano, lo innombrable?, ¿puede la maldad ser consustancial también a la naturaleza de algunas mujeres?, o ¿acaso la crueldad y la saña de las villanas en el cine tiene siempre una razón que la justifique?, ¿no pueden ser malas porque sí?
La historia del cine nos demuestra que la respuesta a esta última pregunta es afirmativa. Pueden, claro que pueden. Aunque no son muchas las que toman el camino del mal sin una aclaración sociológica o psicológica sobre un pasado escabroso que las llevara a tomar esa dirección. Y en esa huida de la salvación y de lo angelical -tan asociado tradicionalmente a lo femenino-, las villanas se ríen a carcajadas y encuentran una grieta para autoafirmarse fuera del mandato de género que las empuja hacia la mansedumbre y de la reprobación social, porque sin ellas el relato no existe.