La Ciudad ha celebrado en la mañana de este miércoles, 2 de septiembre, en el Teatro Auditorio del Revellín, el acto institucional del Día de Ceuta, durante el que el presidente, Juan Vivas, ha impuesto la Medalla de la Autonomía a título póstumo a las cinco víctimas de la pandemia de la COVID-19 en Ceuta: Juan Rodríguez Barrones, Juan García Torres, Samra Amar Ahmed, Carmen Raya Rodríguez y Ana Gil Díaz.
El acto institucional ha estado marcado por la crisis sanitaria y la austeridad, donde la asistencia de público ha quedado reducida al mínimo para cumplir con las medidas sanitarias impuestas. El acto se ha iniciado a las 10:30 horas con una proyección de un vídeo realizado por RTVCE, a la que ha seguido la lectura del acuerdo de concesión de las Medallas de la Autonomía y la entrega de las distinciones a título póstumo a sus familiares. Tras la entrega, Eduardo Hernández, pianista y director artístico de la Orquesta CISO (Ceuta International Symphony Orchestra) ha interpretado una pieza musical. El acto ha concluido con el discurso institucional del presidente de la Ciudad, Juan Vivas y una proyección de la Asociación Coral Andrés del Río entonando el Himno de Ceuta.
Discurso íntegro del presidente de la Ciudad, Juan Vivas
«2020 pasará a la historia como un año trágico, como el año del coronavirus
Una tragedia cuyas víctimas mortales son su cara más dramática, más triste, más dolorosa. Triste y dolorosa por la muerte y por cómo esta llega, de forma inesperada, casi por sorpresa; triste y dolorosa por el desgarro irreparable que supone no poder acompañar ni despedir al ser querido en el último trance.
Por eso, la Asamblea de Ceuta, de manera unánime, ha decidido conceder las Medallas Autonómicas de este año a Juan Rodríguez Barrones, Juan García Torres, Carmen Raya Rodríguez, Samra Amar Ahmed y Ana Gil Díaz, las cinco víctimas mortales del virus en nuestra ciudad.
Cinco ceutíes que tienen otro denominador común: eran buenas personas. Buenas personas en el más noble y auténtico sentido del término.
La humanidad de Juan Rodríguez estaba a la altura de su estatura física, que era mucha.
Juan conocía y apreciaba la importancia y el valor del tiempo, quizá sea éste uno de los motivos por los que le encantaba coleccionar relojes. El suyo, su tiempo, Juan lo empleó para caminar por la vida siguiendo la senda de la rectitud, sin engañar, traicionar ni hacer daño a nadie.
Su mujer, sus tres hijos, sus dos nietos y el resto de la familia encontrarán siempre en Juan un ejemplo a imitar, un espejo donde mirarse.
Juan García era una persona entrañable, divertida, aunque no lo aparentaba, y participativa, con la que se podía contar siempre. Tenía unas cualidades artísticas verdaderamente sobresalientes.
Como muestra, sus celebrados belenes y sus barcos en miniatura. Tres pasiones marcaron su vida: el mar; su tierra; a la que llevaba en lo más profundo de su corazón; su familia y su mujer, a quien conoció siendo una niña.
En octubre llegará una nieta, y con ella una nueva ilusión, Juan no estará físicamente para recibirla, pero sí en espíritu para darle amparo y protección desde el espacio celestial que ahora lo acoge.
Juan Rodríguez y Juan García fueron más que amigos, una amistad llena de complicidades, afinidades y coincidencias.
Los dos eran policías nacionales, y los dos tuvieron destinos de esos que ponen a prueba la profesionalidad y el sentido del deber; los dos, vecinos de Juan Carlos, y del mismo bloque; y los dos del Real Madrid. Estoy convencido de que allí arriba, cada viernes, siguen quedando para hablar de sus cosas, para compartir desvelos, ilusiones y esperanzas; para reconocerse como amigos, como amigos de verdad, como compañeros del alma.
Carmen Raya es todo un ejemplo de esfuerzo personal y de generosidad, de generosidad sin límite.
Generosidad para hacerse cargo de una estudiante cuya familia vivía fuera de Ceuta; generosidad en la tienda de comestibles que montó y donde todo el que llegaba obtenía lo que necesitaba, aunque no pudiera pagarlo; generosidad con sus compañeros del hospital, sin distinguir categoría ni condición; generosidad en el desempeño de sus funciones como presidenta de la Asociación de Vecinos de Alfau; generosidad y cariño para cuidar de su marido, Indalecio, afectado por una parálisis durante 35 años y al que subía en brazos hasta el cuarto piso en el que vivían.
Entre sus mejores amigas, su perra Luna, con quien mantenía largas conversaciones y la ponía al corriente de todo lo que en la casa había ocurrido en su ausencia.
Fuerte, luchadora, cordial y amable, Carmen ha sido, y sigue siendo, el pilar que sustenta a una magnífica familia.
Samra estaba en la plenitud de la vida, y tenía toda la vida por delante. Para quienes la conocían era alguien muy especial, un fiel exponente de la mejor juventud de nuestra tierra: emprendedora, simpática, creativa, sensible y cariñosa, cariñosa con todo el mundo pero, sobre todo, con los más humildes.
Sembró la semilla del amor, del amor con mayúsculas, allí por donde fue y en todo lo que hizo. Sirin es el mejor fruto de ese amor, la más bella obra de Samra, el vivo retrato de su madre, su prolongación en este mundo.
Samra dejó dicho: no mueren las personas que permanecen vivas en el corazón de quienes las amaron. Es verdad, y por eso Samra sigue viva en el corazón y el recuerdo de sus familiares y amigos.
Ana Gil era una mujer alegre, activa, cariñosa, dulce y familiar, muy familiar.
Estaba enamorada de Ceuta, de su querida tierra, a la que defendía y de la que presumía. De Ceuta le gustaba todo, pero si tenemos que destacar algún lugar o celebración que para ella mereciera el calificativo de inmejorable, debemos señalar, sin ninguna duda, el parque marítimo del Mediterráneo, donde disfrutaba y se sentía feliz, y nuestra Semana Santa, que vivía con intensidad y que no cambiaba por ninguna otra.
Como decía, familiar, muy familiar; por eso, estoy seguro de que Ana se siente muy orgullosa de su excelente familia. Una familia que no la olvidará nunca, que la ha querido y la seguirá queriendo.
Desde mediados de junio y durante todo el mes de julio, el virus nos ha dado una tregua: cero contagios y cero pacientes hospitalizados.
Sin embargo, en los 20 últimos días de agosto la situación cambia de manera radical: sufrimos un nuevo fallecimiento, se disparan los contagios y varias personas precisan de asistencia hospitalaria; para ellas nuestro sincero deseo de un pronto reestablecimiento.
Estamos, por tanto, ante una segunda oleada sin duda preocupante, que nos exige hacer cuanto podamos para combatirla.
Cuanto podamos para ampliar los medios dedicados a las labores de rastreo, prevención, control, diagnóstico y atención primaria, entre otras; para atender las recomendaciones de los profesionales; para concienciar a la población acerca de la necesidad de evitar riesgos y de mantener una actitud responsable frente al virus; para tener preparado un plan de contingencia hospitalaria, habida cuenta las limitadas capacidades de nuestra ciudad; para procurar la seguridad sanitaria en los centros educativos; para proteger a los mayores y otros colectivos vulnerables.
En cualquier caso, visto el panorama, no puede descartarse la eventualidad de desandar lo andado en cuanto a restricciones a la movilidad y en las comunicaciones. Ojala no sea necesario; en buena medida, de nosotros, de todos, depende que no lo sea.
Todo lo que podamos para luchar contra el virus, y todo lo que podamos hacer para paliar sus devastadoras consecuencias económicas y sociales; en definitiva, para atender necesidades de emergencia social y para apoyar a nuestro tejido empresarial, a nuestros autónomos y PYMES.
En el contexto de la mayor calamidad nacional, sanitaria, económica y social que España ha sufrido en las últimas décadas, Ceuta se enfrenta a unos problemas, retos y desafíos de los que depende su supervivencia.
En mi opinión, entre las referidas prioridades se encuentran las cinco que, seguidamente y de manera breve, paso a comentar.
En primer lugar, dotar a la frontera de las instalaciones, medios y recursos, incluidos los de índole legal, que sean precisos para que la misma funcione conforme a su naturaleza de frontera exterior de la Unión Europea.
Conforme a lo que es, y con el debido rigor, para evitar que Ceuta se convierta en lo que no queremos que se convierta: un territorio, es decir, toda la ciudad (los centros de acogida, el puerto, la calle…), al que se le asigne, de hecho, el papel de servir de tapón para la contención de la inmigración irregular que tiene como objetivo dar el salto a la península.
Dicho de otra forma: en relación con la inmigración irregular, cualquiera que sea su origen y procedencia, la frontera tiene que estar donde se encuentra, en el Tarajal, y no en el puerto. Así tiene que ser, entre otras poderosas razones, porque aquí, tras la frontera, es donde empieza España y, por tanto, Europa a todos los efectos.
En segundo lugar, considerar que la problemática de los menores extranjeros no acompañados es un asunto de inmigración, directamente asociado al funcionamiento de la frontera, y de todos, no solo de nuestras dos ciudades autónomas; y actuar en consecuencia, lo que significa que sea la Administración General del Estado quien lo asuma para, por un lado, y en beneficio del menor, procurar el reagrupamiento familiar y retorno a su país de origen y, por otro, mientras tanto, repartir la carga de manera equitativa, cosa que no ocurre. No es justo ni solidario ni sostenible que nuestra ciudad soporte una presión que multiplica por 30 a la media nacional.
En tercer lugar, sentar las bases para lograr un modelo económico más sólido y estable, que no dependa de decisiones que se tomen al otro lado de la frontera, un modelo económico que ofrezca oportunidades de empleo y futuro a nuestros jóvenes.
No es ninguna utopía; si sabemos aprovechar y divulgar las fortalezas y oportunidades de nuestra ciudad, que son muchas y relevantes; si le facilitamos las cosas y apoyamos a quienes quieren invertir y emprender; y si contamos con los que saben, estaremos en condiciones de pasar de la teoría a los hechos. Lo digo convencido.
Como cuarta prioridad, potenciar la presencia del Estado en Seguridad, Defensa, Justicia, Educación y Sanidad, ampliando servicios y plantillas y acometiendo inversiones que llevan mucho tiempo aplazadas; con ello se conseguiría un triple objetivo: mejorar la calidad de unos servicios esenciales, actuar como generador de renta y empleo, y transmitir confianza, algo muy necesario en los tiempos que corren.
Y finalmente, reactivar nuestra administración autonómica y local para que sea una herramienta útil al servicio del desarrollo de Ceuta y del bienestar y la calidad de vida de los ceutíes, de todos los ceutíes, con independencia de donde vivan, cómo se llamen o cual sea su credo
Como condición, una hacienda saneada, suficiente y estable. Por eso, y a la vista de la experiencia recientemente vivida, resulta absolutamente prioritario actualizar y garantizar las transferencias que, procedentes de los Presupuestos Generales del Estado, nuestra ciudad recibe para atender necesidades y servicios fundamentales.
Insisto, cinco condiciones, cinco claves para el futuro y la supervivencia de nuestra ciudad, a lo que añado el deseo, por todos compartido, de unas buenas relaciones con el país vecino basadas en el respeto recíproco. Buenas relaciones de vecindad, pero no a cualquier precio; no hasta consentir ingerencias que dañan la moral de nuestro pueblo y lesionan nuestra dignidad como nación.
Para superar esta dura prueba de supervivencia vamos a necesitar de mucha unidad, de mucho esfuerzo, de mucho sacrificio, pero no es misión imposible: son muchas las veces a lo largo de nuestra historia en las que, por diversas causas, Ceuta se ha enfrentado a situaciones límite, de verdadera encrucijada, y siempre ha sabido mantenerse en pie, reinventarse, salir adelante, a base de audacia para descubrir nuevos horizontes y de coraje para resistir, por muy grandes que fueran las dificultades y duros y prolongados los asedios. Así ha sido siempre y, estoy seguro, así volverá a ser ahora.
El 2 de septiembre, la efeméride que hoy conmemoramos, está íntimamente ligada al legado portugués, un legado que permanece vivo. Vivo en nuestra bandera, en el escudo, en la Patrona; vivo en la planta urbana y en el origen de los fueros; vivo en algunas de nuestras más queridas tradiciones; vivo en el carácter de ciudad europea en África.
Pero un legado que no impide el reconocimiento, aprecio y puesta en valor, a través de sus brillantes huellas, del resto de etapas que, desde la fundación romana, configuran la rica y profunda historia de nuestra ciudad, una cadena a la que no le sobra ninguno de sus eslabones.
Una cadena, una historia, que, además, constituye una prueba irrefutable de que Ceuta ha sido siempre una prolongación de la península en esta otra orilla, una permanente vocación de servir y defender a España, para lo que sea menester, cualquiera que sea el precio.
Tenemos sobrados motivos para sentirnos orgullosos de lo que fuimos y de lo que somos; orgullosos de una tierra mágica, hermosa y diversa; de profundas raíces, de atardeceres de ensueño donde el cielo se funde con el mar; de gente amable y hospitalaria, que ha hecho del respeto al otro una manera de vivir y de compartir, en definitiva, de convivir; una tierra de respeto a los símbolos de la Patria y de cariño a quienes, sirviendo a nuestro Ejército, están dispuestos a darlo todo por ella, hasta la vida si preciso fuera.
Ceuta es un pueblo noble y leal, forma parte de su ADN; por eso, siendo fieles a este espíritu, en cada acto solemne que celebramos, procede renovar nuestro compromiso de lealtad; lealtad a la Constitución, al Rey y a España, nuestra razón de ser.
Termino como empecé, dejando constancia del deseo compartido, de manera unánime por la Asamblea, de perpetuar en la memoria de nuestro pueblo el recuerdo de de Juan Rodríguez, de Juan García, de Carmen Raya, de Samra Amar y de Ana Gil.
Cinco medallas que no sirven de consuelo a sus familiares, pero que sí quieren transmitir un cálido mensaje de fraternidad, apoyo y ánimo, en el convencimiento de que, la mejor forma de honrar la memoria de los cinco es seguir su ejemplo: amar la vida y procurar ser felices y hacer felices a los demás.
Como dice una bella canción, por todos conocida, la Muerte no es el final: “Cuando la pena nos alcanza, cuando el adiós dolorido busca en la fe su esperanza, en tu palabra confiamos, con la certeza que tú ya le has devuelto a la vida, ya le has llevado a la luz”».