Era la víspera de navidad, llovía y hacía muchísimo frio, sobre todo en las casas de muchas familias ceutíes que no lograban pagar la subida del gas y la electricidad, pero esta situación poco o nada influía en Vivas, era más cortante que cualquier tempestad, insensible a la situación de desesperación de una ciudad que se hundía sin ninguna esperanza de poder ser salvada. No le quitaba el sueño ni la crisis económica en la que Ceuta estaba sumida, tampoco la quema de los montes, ni la inseguridad ciudadana, o la desaparición del tejido productivo comercial.
No, no le importaba nada de lo que sucedía a su alrededor. Permanecía recluido en su despacho, haciendo cábalas, contando votos en silencio para saber los que necesitaba para seguir gobernando, porque el resto es la ultraderecha, la que tantos quebraderos de cabeza le estaba dando.
La noche en su despacho transcurría con calma pero de pronto escuchó una voz que le deseaba una feliz navidad. Vivas seguía pensando en sus votos, pero reconoció esta voz que era la del fantasma del pasado. Su socio asomó la cabeza por la puerta y le dijo: “no te preocupes, ganaremos las elecciones”, a lo que Vivas le respondió cabreado: “piérdete y vete con el cuento de la navidad a otro sitio, yo no participo de burbujas navideñas”, pero su socio ni se inmutó, ya que conocía muy bien al susodicho, así que volvió a decirle: “vamos Vivas, casi es nochebuena. Es hora de ir a celebrar con la familia” y Vivas eufórico le contestó que ya estaba en su casa y que eso no iba a cambiar.
Transcurrida media hora, Vivas sin darse cuenta, se durmió contando los votos que le darían la victoria para ser presidente otra vez y de repente las ventanas de su despacho se abrieron abruptamente y se despertó asustado, levantó la cabeza, todo estaba oscuro, pero al fondo se observaba una figura fantasmagórica. No le costó reconocerlo era el fantasma de la navidad pasada.
“No pienso ir contigo”, dijo Vivas al espectro, pero este le decía: “vas a venir conmigo por mucho que te niegues a hacerlo”. Vivas no creía lo que estaba sucediendo y llamó a seguridad, pero el fantasma levantó su dedo y la nieve entró por la ventana del despacho en remolinos y en un abrir y cerrar de ojos, ya estaban muy lejos, concretamente se habían trasladado al pasado y era otra navidad. Aparecieron en las casas de muchas familias ceutíes, Vivas estaba estupefacto, mirando de un lado a otro, sin creer lo que sus propios ojos veían y el espectro le preguntó: ¿cuánto vale tu palabra? Las imágenes hablaban por sí solas, así que nada, su palabra carecía de valor nada, pero la gente había confiado en él. El fantasma de la navidad pasada resopló, chasqueó los dedos y Vivas apareció de vuelta en su despacho, en soledad, pero esta no duró mucho tiempo, porque de nuevo volvió a dormirse y otro ruido ensordecedor lo despertó, apareciendo ante él, el fantasma de las navidades futuras, un tal Guerrero. Vivas, incrédulo ante lo que sus ojos veían, le preguntó al espectro: ¿Qué haces tú aquí? ¿quieres echar por tierra la legislatura? ”No”, le contestó.” Solo he venido a mostrarte las consecuencias de tus decisiones y actos para darte una lección”, pero Vivas, acostumbrado a lo que le había sucedido con los otros espectros, le contestó a Guerrero: “tú dirás” y entraron en una ventisca juntos y aparecieron en el Ayuntamiento de la ciudad, vieron a una persona sentada en la poltrona de Vivas, pero, ¿de quién se trataba? Pues ambos se acercaron sigilosamente y pudieron observar que quien gobernaba la ciudad era Guerrero. El disgusto fue mayúsculo, así que malhumorado despertó y se dio cuenta de que lo había perdido todo por su mal hacer y despotismo. Pero esta vez no era un sueño, se había hecho realidad.