Yo no he votado la Constitución y sé que ésta tiene importantes flecos que hay que cambiar, mejorar, adaptar a las nuevas realidades. Pero también sé que la Constitución nos hizo ser mejor País y nos ayudó a vivir bajo el amparo de los derechos y las libertades. La Constitución trajo la posibilidad de vivir en paz bajo un abanico de multitud de concepciones, ideologías y posiciones políticas. Quienes han ejercido en política esos años hicieron un fabuloso trabajo de escucha, generosidad y empatía, algo que debemos aprender en unos tiempos donde el diálogo ha dado paso a la confrontación y al insulto. Al todo vale por el pase al poder, a la pérdida de la dignidad.
Siento envidia sana cuando leo retazos de historias de vidas dedicadas a servir, de sueños inalcanzables mientras se protegía con corazón y razón una posición, de objetivos realistas y puños por banderas, pero no de una tela que cuelgas en el balcón, sino de banderas defendidas con el sudor de una vida de sobresalto por el miedo a recibir la bala de la traición y el odio. Una bala de verdad. Quizás una bomba. Y a pesar de ese miedo, seguían creyendo en la lucha, en las siglas, en el partido.
¿Qué nos está pasando?
¿Qué hizo que perdiéramos la línea de unas señas de identidad que nos han mantenido a flote todo este tiempo?
¿En qué lugar hemos abandonado la noción de entender que el que está en tu partido no es el enemigo ni la enemiga, sino la persona aliada que intenta, como tú, llevar el socialismo en cada acción?
No existe un único socialismo. En este partido hay personas republicanas, monárquicas, creyentes, laicas, ateas, constitucionalistas desde el sentido de la unidad territorial bajo el amparo del federalismo, socialistas que creen que es importante tocar el tema del derecho a decidir, en definitiva, socialistas tan plurales como formas de rosas hay en este Pais. Socialistas que votan y aceptan lo que sale en un Congreso.
Y ahora, cuando analizo a mi alrededor, percibo que la cuerda se ha roto. No voy a mencionar Ceuta, no toca. Tampoco me voy a repetir insistiendo en la creencia absoluta de que estamos en peligro por la entrada de la ultraderecha en Andalucía, entrada que ha posibilitado Ciudadanos y el Partido Popular. Pero sí quiero enfatizar el ahogamiento que está suponiendo para este partido la falta de fraternidad, a veces de sentido común.
No puede ser que nuestros líderes no sean llamados para hacer un balance del presente, de Cataluña, de nuestras alianzas, de la supervivencia a costa de los Presupuestos, de las magníficas propuestas que estamos sacando por un Gobierno que está haciendo un gran esfuerzo, y de cómo los resultados en Andalucía pueden ser un aviso para las europeas, autonómicas, municipales y generales. No puede ser que Susana Diaz, que ha ganado, haya recibido críticas por quienes no han entendido que la suma democrática y legítima recogida en la Constitución que permitió la Moción de Pedro no ha sido un Golpe de Estado, al igual que no lo supuso la suma democrática de los votos que permitió, gracias a los estatutos federales, el resultado de un Comité Federal.
Vivir en democracia significa aceptar las reglas del juego y en base a ellas hacer las estrategias que cualquier persona o grupo estimen oportunas. Romper las reglas del juego, no. Y esto en el PSOE no ha pasado.
Recuerdo las primeras Primarias en las que participé, las de Rubalcaba y Chacón. Anhelo tiempos donde tras las urnas volvía de nuevo la unión. Una unión que se tiene que limar si queremos ser lo que éramos.
Y en este lo que éramos vale para comprender que es legítimo que haya quienes se hayan sentido mal por haber visto una foto de la Secretaria General del País Vasco con Otegui.
Si algo sabemos hacer bien los y las socialistas es dialogar. El diálogo hoy en día es más necesario que nunca, pero hay encuentros que dañan más que aportan. Encuentros imperdonables e injustificables.
La convivencia es empatizar, perdonar, buscar puntos en común. Pero, hasta en esto, hay límites. No era el momento.
Eso sí, que no lo quieran comparar con el pacto de Vox, porque la derecha ha infravalorado mucho la inteligencia de España. Hay diferencias notorias, tantas como granitos de arena en una playa.
Vox, para mí, es inconstitucional. Lo otro es cuestión de moral.