Un inicio inesperado: Al entrar al aula, las alumnas más puntuales se encontraron con un hombre absorto en sus pensamientos. William Lyon, vestido con un traje negro y un pañuelo de lunares, repasaba mentalmente la lección que estaba a punto de impartir. Ni siquiera los saludos de sus compañeros lograban distraerlo.
Cuando la clase comenzó, todos los prejuicios se desvanecieron. Para sorpresa de los alumnos, Lyon, a sus casi 80 años, se levantó para hacer malabares imaginarios, explicando el uso de las comas con una energía contagiosa.
Desafíos y aprendizajes: La lección continuó con preguntas directas que aterrorizaban a los estudiantes. Lyon, con un tono desafiante, preguntaba: «¿Cuántas noticias habéis leído hoy y en cuántos periódicos?». Su intención era clara: quería que sus alumnos se convirtieran en ávidos consumidores de noticias, como él mismo.
Más adelante, la clase tomó un giro más académico. Para Lyon, un buen reportaje se reduce a lo que incluyes, dónde lo colocas y cuánta extensión le dedicas. La organización, redacción y edición son fundamentales. Sin embargo, las dificultades tecnológicas no pasaron desapercibidas, y Lyon, con humor, pedía ayuda exclamando: «¡Patricia, socorro!».
Práctica en el aula: A pesar de la falta de material audiovisual, Lyon fue lo suficientemente ingenioso para montar un reportaje de calle en la misma aula. Con la ayuda de tres compañeros, simuló una entrevista, demostrando que la creatividad no tiene límites.
Pensar en el lector: Lyon enfatizó la importancia de pensar en el lector antes de escribir. Según él, se debe luchar contra el problema del contenido y el estilo para que el lector no tenga que descifrar el lenguaje. Recordó sus tiempos en la redacción de El País, donde apreciaba las frases cortas que facilitaban la lectura.
“El más valioso de todos los talentos es no utilizar dos palabras cuando puedes utilizar una”, citó Lyon, recordando a Thomas Jefferson.
Escribir de forma sencilla: La edición también fue un punto clave en su lección. Lyon mostró errores comunes en la redacción periodística, como frases largas y sin nexo informativo, que suelen aburrir al lector.
En su libro, La escritura transparente, Lyon compara terminar la carrera de Periodismo con querer ser carpintero: «Te explican los tipos de árboles, herramientas y muebles, pero jamás entras en un taller». Los estudiantes salieron del aula con un manual detallado de cómo montar paso a paso un mueble, listos para aplicar lo aprendido.
Este enfoque práctico y directo de Lyon deja una huella imborrable en sus alumnos, quienes ahora comprenden la verdadera esencia de la escritura periodística.