Cualquier ceutí ha sentido alguna vez esa sensación de orgullo al recibir a viajeros de la península y mostrarle la ciudad por primera vez. Es una especie de metamorfosis en sus prejuicios, de demolición de sus esquemas mentales forjados durante años de recibir noticias sobre asaltos a la valla, conflictos fronterizos, redadas contra el narcotráfico, declaraciones de reivindicación de soberanía o de sucesos en barrios desfavorecidos. Y la conclusión después de la visita, después de pasear por las Murallas Reales con el imponente foso acompañándoles, después de subir al monte Hacho, después de recorrer el camino desde la Plaza de África hasta la Plaza de los Reyes, después de visitar el Parque Marítimo del Mediterráneo y de tomar un té moruno en Benzú, es siempre la misma. No se imaginaban que Ceuta fuera así, añadiendo, además, que los ceutíes no sabemos lo que tenemos, que si esto lo cogieran los ingleses o los americanos lo convertirían en un Mónaco, o incluso en algo mejor.
Bajando a la tierra de nuevo, nuestra tarjeta de presentación ante el resto del mundo la tenemos definida desde hace décadas, y no es fácil de superar, ni con viajes a FITUR, ni con vídeos promocionales, ni con declaraciones institucionales. Si a un foráneo totalmente ajeno a nuestra ciudad le planteamos la opción de visitar Ceuta, la respuesta sería inmediata. ¿Ceuta? ¿Y a mí qué se me ha perdido en Ceuta?
No es que Ceuta sea bonita, ni muy bonita, sino que es impresionante. Permítanme aclarar, en un ataque de orgullo lleno de tópicos de documental, que no existe una ciudad que se pueda igualar a esta en ningún otro lugar del mundo, por muchas razones. No hablamos exclusivamente de una ciudad de sol y playa, no hablamos de una ciudad con una riqueza patrimonial sin explotar que incluso muchos ceutíes desconocen, ni con una multiculturalidad evidente, no hablamos de una ciudad con un entorno natural y medioambiental impresionante, con una historia que dejaría boquiabierto a cualquier erudito, con un tamaño ideal para vivirla a pie, en un enclave geográfico y estratégico envidiado por todas las civilizaciones, que tiene un pie en dos continentes, que separa dos mares, con una temperatura media anual perfecta o, lo más evidente, unos paisajes y vistas que son una seña de identidad que sobrecoge por su belleza y exotismo. Hablamos de todo eso junto. Probablemente cada una de esas características, o varias, sean fáciles de encontrar en otras ciudades, pero les desafío a encontrarlas todas en un mismo lugar.
Antes de echar las campanas al vuelo, me veo obligado a recordar que nuestras miserias también existen, igual que en cualquier otra ciudad. Desigualdades económicas y sociales, caótico ordenamiento urbanístico, construcciones ilegales endémicas y sin aparente solución, poca oferta de ocio, insuficientes infraestructuras turísticas, precio del transporte prohibitivo para los turistas, y todo un largo inventario de oscuridades que son puestas de manifiesto por los partidos de la oposición cada cierto tiempo, sobre todo cuando se acercan las elecciones municipales.
Pero todas nuestras miserias languidecen ante el principal pecado que tenemos los ceutíes: la falta de ambición sobre lo que podríamos ser. Esa es la verdadera diferencia que nos indica si vamos a ser capaces de imponer una imagen atractiva que supere cualquier otra noticia negativa.
Cuando alguien visita Ávila, Lugo, Segovia, Córdoba, Toledo, Dalt Vila en Ibiza o cualquier otra de las innumerables joyas con patrimonio defensivo de nuestro país, nadie se pone a pensar en sus defectos, si hay mucha delincuencia, si son caras o baratas o si existe mucha población inmigrante. Simplemente se visitan porque su patrimonio y su imagen son suficiente tarjeta de visita y suficiente atractivo. Pero ¿qué ocurre cuando ese patrimonio existe pero está casi derruido, desaparecido, invisible incluso para los mismos lugareños?
Verán, Ceuta tiene una esencia que no ha sabido conservar, explotar ni transmitir. Hace unos años empecé a enamorarme de una idea, la idea de que Ceuta tiene potencial suficiente para recuperar, rescatar del olvido y visibilizar ante el mundo todo su potencial patrimonial histórico que hoy está abandonado. Incluso podríamos ser ciudad Patrimonio de la Humanidad, igual que ya lo son quince ciudades españolas, algo que no es la primera vez que defiendo.
Pero no podríamos solicitarlo en el estado en que se encuentra hoy en día nuestro legado histórico. Patrimonialmente vivimos de las rentas de un foso y Murallas Reales, de una basílica Tardorromana y una Puerta Califal que apenas son la punta del iceberg de algo mucho más grandioso.
Esta ciudad es y ha sido durante toda su historia y por encima de todo, una ciudad fortificada y defensiva. Esa son nuestras raíces. Vivimos en una constante búsqueda de soluciones originales, de propuestas variopintas y de anuncios grandilocuentes para nuestro futuro, invirtiendo muchos millones de euros pero sin saber exactamente hacia dónde vamos ni qué conseguir. Sin embargo nadie pone sobre la mesa la idea de recuperar nuestra esencia histórica como atractivo turístico, una idea que en infinidad de lugares del mundo con mucho menos atractivo que nosotros han sabido explotar con mucho éxito.
¿Alguien en España sabe que Ceuta es la ciudad que soportó el asedio más largo conocido en la historia de la Humanidad, durante 33 años? Sin embargo todos han oído hablar del sitio de Numancia o de Sagunto.
¿Alguien en España o en el mundo sabe que Ceuta es una ciudad con una red de túneles defensivos que surcan toda la ciudad, hoy en día totalmente abandonados, inundados o sellados para su olvido? Todavía recuerdo la sensación irreal al entrar en esos túneles y bóvedas del antiguo museo arqueológico, hoy sepultado bajo tierra en los jardines de la Argentina.
¿Alguien en España o en el mundo conoce nuestra red de fortificaciones neomedievales del siglo XIX que separaban los límites de Ceuta tras la Guerra de África, ahora completamente en ruinas y sin posibilidad siquiera de ser visitadas como un conjunto monumental defensivo?
¿Alguien en España o en el mundo conoce nuestro pasado como ciudad presidio y las zonas de la ciudad que separaban la distinta gravedad de los reos aquí confinados?
¿Alguien en España o en el mundo conoce nuestras murallas merínidas del siglo XIV y cuál era la verdadera extensión de la antigua ciudadela y los asedios que soportó, aunque hoy sólo soporten suciedad, abandono y construcciones colindantes que aceleran su deterioro?
¿Alguien en España o en el mundo sabe que somos una ciudad con un perímetro defensivo inigualable que rodea la ciudad durante casi diez kilómetros de murallas, acantilados, fortines, baluartes, fosos y paseos de ronda que hoy en día están prácticamente invisibilizados y en abandono?
¿Alguien en España o en el mundo conoce nuestra fortaleza de El Hacho y su historia, dominando el Estrecho de Gibraltar?
Ceuta es la gran desconocida, incluso para los mismos ceutíes. Y parece que a nadie le importa. Quizás Ofelia, cuando en la obra “Hamlet” dice aquello de que sabemos lo que somos pero no lo que podemos ser, podría haber añadido que en Ceuta también eso lo hemos olvidado.
Cuando empecemos a recordarlo y a decidir recuperarlo, entonces podremos responder al viajero qué es lo que de verdad se está perdiendo al no venir a Ceuta.