Las recientes declaraciones de Yolanda Aparicio, aspirante a la Secretaría General de UGT, en una entrevista en Radio Televisión Ceuta, han dejado atónitos a muchos. Asegurar que el sindicato “no tiene ideología política” es, sin duda, una de las afirmaciones más desconcertantes que se han escuchado en el ámbito sindical en los últimos tiempos. A esta ya de por sí sorprendente declaración, se le añade una afirmación que riza el rizo: “el mismo que construyó el PSOE lo hizo también con UGT”.
Estas palabras no solo son sorprendentes, sino profundamente irrespetuosas hacia la historia y la identidad de la propia UGT, una organización que ha sido, desde su fundación en 1888, un pilar del movimiento obrero socialista y un defensor incuestionable de los derechos laborales desde una perspectiva de izquierda. Decir que UGT no tiene ideología es como afirmar que el agua no moja. Es un desatino histórico que revela, en el mejor de los casos, una falta de conocimiento profundo de la organización que se pretende liderar; en el peor, una voluntad de distorsionar la esencia de la UGT para ajustar la narrativa a conveniencias personales o políticas momentáneas.
Si Yolanda Aparicio desconoce los fundamentos históricos y los principios ideológicos que han marcado la trayectoria de UGT durante más de un siglo, su candidatura a la Secretaría General resulta un serio motivo de preocupación. Pero si, por el contrario, es consciente de esta desconexión histórica y, aún así, decide tergiversarla, la situación adquiere tintes mucho más graves. La falta de respeto hacia la tradición del sindicato y el intento de desvincularlo de su ideología política es una muestra clara de un profundo desconocimiento o, peor aún, de una peligrosa voluntad de despojar a UGT de su identidad y su capacidad de lucha.
Más allá de las declaraciones erróneas, lo que resulta verdaderamente inquietante es la ausencia de una visión clara de futuro. Un líder sindical debe ser capaz de comprender el legado de la organización que pretende dirigir, así como definir un camino claro hacia el futuro. En este caso, las palabras de Aparicio reflejan una falta alarmante de dirección y de estrategia. Un sindicato que prescinda de su identidad política y de sus principios ideológicos no solo pierde su capacidad de representación, sino que corre el riesgo de convertirse en una organización vacía, incapaz de defender con firmeza los intereses de sus afiliados.
Los afiliados de UGT deben reflexionar detenidamente sobre lo que está en juego. La elección de un líder no es una cuestión trivial; se trata de garantizar la continuidad de un proyecto que ha jugado un papel fundamental en la historia reciente de España. La UGT no puede permitirse ser liderada por alguien que no tiene claro ni dónde está ni hacia dónde quiere llevarla. Un sindicato sin identidad ni ideología es un sindicato a la deriva, vulnerable a intereses externos y ajeno a las necesidades de los trabajadores que representa.
En tiempos de incertidumbre, lo último que necesita el movimiento sindical es una figura al frente que no entienda la importancia de preservar su historia, su identidad y su ideología. UGT requiere líderes comprometidos, con las ideas claras, que respeten su legado y, sobre todo, que sepan hacia dónde quieren llevar a la organización en un panorama social y político cada vez más desafiante.
Es imperativo que los afiliados tomen una decisión informada y sensata en los próximos días, antes de que sea demasiado tarde. El futuro de UGT depende de ello.
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